Con un Stallman cada vez mas orate, radicalizado y sobreactuado, mientras sus, cada vez mas escasos defensores vernáculos suman descrédito cada día, las promesas formuladas por la Free Software Foundation son una caricatura de revolución que nunca será.
Por el otro lado, Software Legal convertida en una burocracia, anquilosada, fofa, venal, genuflexa y corrupta, tampoco parece estar a la altura de las promesas que en su momento se hicieran.
En efecto, ni unos ni otros han cambiado el mundo y no lo cambiarán.
Como en la película “El Artista” en donde el sorpresivo advenimiento de un fenómeno tecnológico disruptivo dejó perplejos a los grandes jugadores anteriores, la ubicuidad de internet, la movilidad y las redes sociales son fenómenos para los que ninguna de las estructuras “non profit” referidas están preparadas.
Transparencia es la definición de la época. Las redes sociales están mostrando que todos los preconceptos que teníamos en torno de la privacidad, o son falsos o están cambiando a un ritmo vertiginoso.
Las leyes de privacidad está diseñadas sobre bases de honda raigambre religiosa, en virtud de las cuales se supone pecaminoso el fisgoneo, porque prejuzga inmoral y no menos pecaminoso el exhibicionismo.
Las redes sociales están rompiendo esos preconceptos, nos están demostrando que a la gente le encanta mostrarse, el fisgoneo deja de tener sentido como algo oculto o curioso. El límite hoy está puesto por la libertad (que la FSF tergiversa) tu derecho a mirar termina donde termina (no donde empieza ) mi deseo de mostrar.
La movilidad, está haciendo perder terreno a quienes, dueños de los escritorios y sus metáforas dominaban el mercado a través de las PCs. La promesa de cambiar el mundo a través del software es otra promesa que nunca se cumplirá y por esa razón, los talibanes de uno y otro lado han quedado fuera de la pelea.
El copyright y los secretos van dejando su lugar a las patentes (mucho mas transparentes) y los secretos van dejando, junto con aquél el centro de la escena.
Un casi imperceptible lunar artificial, rompiendo la perfecta simetría de un rostro inmaculado, puede resultar delicioso en la protagonista de la película, pero a condición de que la película sea en blanco y negro. Su éxito o fracaso ya no va a depender tanto de su histrionismo y belleza como de su habilidad para cantar.
El cine sonoro ya llegó a la tecnología y nuevas habilidades son necesarias. Vuelve a mandar el usuario, vuelve a ser rey el cliente y la única manera de satisfacerlo es escuchándolo.
Las compañías de software tradicionales necesitan desarrollar nuevas habilidades para subsistir, de lo contrario, con esa sabiduría y con esa fortaleza con la que el capitalismo ha dotado al individuo, que vota cada día de su vida eligiendo libre y espontáneamente en el mercado, perecerán inexorablemente.
Transparencia: cada usuario necesita saber exactamente qué se hará con la información y empezará a seleccionar dónde mostrarse.
El negocio de las redes sociales de “oro por baratijas” va a entregar cada vez menos baratijas y le va a empezar a escasear el oro.
Igual que en la película, las estrellas nacientes de la nueva tecnología van a salir al rescate de las estrellas fulgurantes de la tecnología pasada.
Mientras tanto los fanáticos, los serviles y los burócratas de la promesa fácil y el cumplimiento imposible, tendrán la condena del olvido o la condena del descrédito.