Días atrás cuando escribí el editorial, “Lo importante no es la idea, es el mercado”, planteaba una crítica a lo que considero un modelo inadecuado de promover la actividad emprendedora.
Mi buen amigo Marcelo Berenstein, director de EmprendedoresNews.com ha levantado el guante con un editorial magistral que trata de responder mis dudas. Este intercambio, lejos de generar una controversia, ha dado lugar a un debate muy rico e interesante sobre cómo alcanzar el Santo Grial emprendedor, “el éxito”.
En un planteo lógico sobre el valor de la pasión para emprender, Marcelo sostiene una visión más holística y humana de los negocios, casi podríamos decir que su pensamiento se alinea con muchos postulados de la antropología moderna que estudian la forma en la que la raza humana evoluciona y se desarrolla.
Mi visión algo más conservadora, más cercana al estudio de leyes que rigen el caos, trata de buscar el orden en el desorden aparente que genera la actividad emprendedora en cualquier economía.
El éxito es una chispa en la noche, es un destello de luz que cruza una actividad y permite iluminar a los líderes, es la fusión fría de un átomo de talento humano con la lógica de una economía cambiante y salvajemente competitiva.
Algunos modelos matemáticos dan la razón a Marcelo, la suerte es un algoritmo que se alimenta de oportunidades de la vida real, y en la medida que generamos más oportunidades el campo de las probabilidades juga más a nuestro favor, Nassim Taleb, célebre ensayista e investigador financiero estadounidense ha escrito decenas de documentos y libros que apoyan esta afirmación.
No obstante creo que este modelo de pensamiento solo toca –a mi juicio- la dermis de la realidad de los negocios y deja de lado la complejidad del individuo y la crueldad del mercado, que castiga el error con el fracaso.
Existe un paralelo entre las frases motivacionales que reciben los emprendedores y los soldados que van al combate. Todas nos invitan a romper barreras y limitaciones, suprimiendo el peso de las consecuencias.
La moraleja radica en que la humanidad solo recuerda a los héroes y olvida a los que mueren en el intento, algo muy similar a lo que ocurre en el mercado con los emprendedores.
Siguiendo el hilo conductor de la estrategia militar, yo tengo una visión más cercana al francotirador, que guarda su virtud para el momento preciso.
La motivación para emprender solo logra exacerbar el ego del emprendedor y lo coloca al borde del abismo de la frustración, con una venda que no lo deja ver más allá de sus narices.
La paciencia y la perseverancia deben ser el centro de la educación emprendedora, el talento debe buscar al mercado y responder con la misma frialdad que un inversor utiliza para arriesgar su dinero.
El talento y el dinero tienen el mismo valor, el emprendedor debe cuidarlo de la misma forma.
En el mar de la frustración, se ahoga el talento desperdiciado de muchos programadores y emprendedores que nunca logran ver la luz del éxito.