Hace ya mucho tiempo las empresas dejaron de enfrentar los cambios como si fuesen un mal necesario. Por el contrario, hoy los cambios son considerados como algo inherente a la vida empresarial y principalmente como una oportunidad para el crecimiento.
Esto no significa que los cambios sean fáciles de administrar. Este es el momento de hacer reflexionar sobre la última década que fue pródiga en hechos que extrapolaron la normalidad, creados tanto por el hombre como por la naturaleza y que establecieron un entorno de negocios con una volatilidad sin precedentes.
En el 2011, cuando un terremoto seguido de un tsunami sacudió a Japón, las cadenas de abastecimiento de componentes fundamentales para la industria electrónica y automotriz se vieron gravemente afectadas en todo el mundo en cuestión de horas. Otro ejemplo fueron las crisis políticas de Oriente Medio, capaces de afectar el precio del petróleo, las tasas de cambio, la inflación e incluso la deuda de los países soberanos, en especial, los europeos.
Todo lo anterior, impulsado por la comunicación instantánea en Internet, las 24 horas, los 7 días de la semana, afectó la reputación financiera de las empresas y de las personas, que eran consideradas a prueba de riesgos. En una economía mundial interconectada, tales crisis se reflejan en todas partes, de forma inesperada, y con impactos de dimensiones alarmantes. No siempre los cambios son tan dramáticos.
Reglamentaciones constantes como la legislación fiscal en Brasil, compleja y en constante cambio, dificultan la vida de las empresas, que necesitan actualizarse con gran velocidad para no sufrir multas y sanciones. Además, tenemos que mencionar la evolución tecnológica que no deja de sorprender, que hace que la gestión empresarial sea un continuo desafío.
En ese contexto, es fundamental que las arquitecturas de los sistemas de TI sean flexibles y robustas, para que la información y los procesos se ajusten durante el curso normal de las operaciones y sin interrumpirlas, lo cual permite una toma de decisión simultánea y de forma segura. El punto crucial es que la mayoría de los sistemas de las empresas surgió cuando los procesos corporativos aún eran más simples.
La constante evolución explica por qué muchas organizaciones se muestran incapaces de responder a las demandas actuales de competitividad, desempeño financiero, productividad y rapidez. Asimismo, con una serie de excelentes servicios prestados en los últimos 20 años, los sistemas de ERP se resienten por importantes aumentos, por ejemplo la inteligencia de negocios, la administración del desempeño y el cumplimiento de las normas de gobernanza corporativa.
Además, la preocupación por la funcionalidad dio lugar a la transparencia y a la simplicidad de las aplicaciones para evaluar cómo se conduce el negocio y adoptar las mejores prácticas.
De la misma forma, las interfaces intuitivas, el hecho de compartir, la estandarización y el control de la información crearán un abismo entre lo que ya existe y una nueva generación de sistemas más ágiles y flexibles.
Más que nunca, es preciso invertir en modernización financiera, con un nuevo tipo de sistema que ofrezca no solo agilidad, sino también que permita la creación de una nueva arquitectura, a la altura de los enormes desafíos que deparan los años futuros.
Por: Alessandra Martins, vicepresidenta de Ventas de Servicios Financieros de Oracle Brasil