Con el trabajo remoto, han aparecido efectos colaterales sorprendentes como el impacto sobre la cultura de los chismes y los romances de oficina.
Por: Lazslo Beke, Presidente de Bekesantos.
La pandemia ha acelerado tendencias que ya estaban en marcha, adelantando algunas como el trabajo remoto y ayudando a progresivamente a la desaparición de otras como los periódicos impresos y el efectivo. También han aparecido efectos colaterales sorprendentes, y hasta cierto punto impensados, como el impacto sobre la chismografía y los romances nacidos en las oficinas. Los chismes, más allá de la connotación negativa que generalmente cargan, ¿son un mecanismo de comunicación informal dentro de un ambiente muy estructurado cómo la oficina y quién puede olvidar los romances?
El rol de los chismes
Los chismes pueden: (a) proveer un mecanismo de diseminación de información entre iguales, (b) construir y mantener un sentido de comunidad compartiendo interés, información y valores, (c) servir como un proceso de entrenamiento social y/o (d) reforzar – o castigar la falta de – moralidad o responsabilidad. También pueden revelar agresión pasiva, aislando y haciendo daño a otros. Se pueden conectar con los romances de oficina al abrir espacio para comenzar un galanteo que lleve a encontrar la pareja apropiada.
Hay quienes echan de menos escuchar los comentarios de “las malas lenguas”, la ceja doblada, la voz baja, el vistazo cautelar a la sala. Indudablemente los chismes colorean las reputaciones de las personas y no tienen un buen nombre. Se aprende desde una temprana edad que no se debe hablar a espaldas de nadie. Sin embargo, se estima que las personas dedican un promedio de 52 minutos por día hablando sobre las personas cuando no estas se encuentran presentes.
El efecto de grupo
Un conocido psicológico evolucionario plantea que los primeros humanos desarrollaron el habla para poder chismear, como una manera de crear compañerismo en el grupo. Los chismes ayudan a orientar a la persona dentro del grupo, entendiendo el grado de aceptación y liderazgo de cada uno. Cuando se chismea se comete transgresión mutua. Al compartir información secreta con alguien se sobreentiende que esta no rechazará la información ni tampoco lo reportará y viceversa.
La chismografía crea el tejido que convierte a observaciones privadas y opiniones subversivas en juicios colectivos y especialmente en el lugar de trabajo tiene un rol esencial. La autoridad tiene el efecto de congelar la chismografía. En cualquier jerarquía, la gente en el tope controla la información que fluye hacia abajo. Los chismes son un mecanismo donde el personal recupera un grado de control, diciendo la verdad detrás del poder. Los chismes son un arma utilizada por los que no tienen poder contra quienes lo detentan. No sorprende que históricamente quienes más han estado asociados a los chismes son los sirvientes y las mujeres.
Internet & chismes
La comunicación electrónica es un pobre sustituto de los chismes cara-a-cara. Los rumores pueden prosperar en línea, no así el chisme, ya que es más personal. En Internet no hay secretos. Las palabras se evaporan una vez que salen de la boca, pero cualquier cosa llevada a un texto, tienen una potencial vida posterior sobre la que no se tiene control. Una sociedad sin chismes tendrá menos gracia, intimidad y compañerismo. Será menos igualitaria y mucho más aburrida.
Cortejar en la oficina
Los romances son un muy establecido efecto secundario de la vida en oficina. No es de sorprender, ya que las personas le dedican casi la mitad de sus horas despiertas al trabajo y a sus colegas, con quienes frecuentemente tienen algo en común. Es inevitable que como resultado nazcan algunas relaciones. La cuarentena dificulta la aparición de nuevos romances. Es difícil flirtear mientras las expresiones faciales están siendo observadas por una docena de colegas en Zoom. También hay dudas sobre cuán privado es el chat de video conferencia de la empresa.
Las tendencias en las relaciones en el trabajo
Incluso antes de la pandemia, ya el romance de oficina estaba en declive. En 1995, el 19% de las parejas se conocieron en el trabajo, para el 2011 había caído a 11% y es posiblemente menos hoy. Al limitarse el uso de las oficinas, seguramente se reducen las posibilidades de conexiones románticas en la oficina.
Una de las razones de la tendencia ha sido que las empresas se han dado cuenta que las relaciones en el trabajo abren paso a todo tipo de cuestiones éticas. Algunos hombres usan sus posiciones de poder para acosar a mujeres que trabajan para ellos. Las relaciones consensuadas también pueden causar problemas. La relación de un gerente con un subordinado dificulta su objetividad en la evaluación y los colegas lógicamente pueden suponer que existe favoritismo. Las cosas también se pueden complicar con un romance fracasado. Los sentimientos heridos pueden dificultar el trabajo en equipo de exparejas y generar incomodidad en otros en la oficina.
El resultado ha sido que muchas empresas tienen políticas que desalientan o prohíben que los gerentes tengan amoríos con alguien que trabaja para ellos. Incluso pudiera haber situaciones o problemas en relaciones con terceros, como por ejemplo un gerente de compras saliendo con la vendedora de un proveedor.
Se hace referencia a The decline of the office romance y Nothing to speak of: the horror of a world without gossip. También aparece en mi blog.