Hace un tiempo no muy lejano, hubo un área de las empresas en la cual las personas con menos de 30 años ganaban más que los profesionales con décadas de antigüedad en la compañía. En esos años el cambio de trabajo era común en cada estación, y el título universitario no garantizaba la apertura de nuevos beneficios laborales. A la hora de cobrar no había diferencia entre unos y otros, y los seniorities de los analistas cuasi adolescentes se transformaban mágicamente en “Senior” con apenas dos años de experiencia.
Como siempre pasa en todos los cuentos, esa irrealidad tarde o temprano estaba condenada a terminar, lo cual evidentemente (y para bien de todos) sucedió.
Efectivamente, en el mercado IT argentino de los años 2004 hasta fines del 2008, se sucedió una vorágine de ofertas laborales impulsadas por tres fenómenos simultáneos: la reanudación de los proyectos corporativos suspendidos desde 2001, la renovación tecnológica necesaria y la apertura de software factories con mercados globales. Estas condiciones generaron una demanda nunca vista ni planificada de profesionales IT, que llevó en el corto plazo a valores inusitados los salarios del sector, la rotación de personal, la inestabilidad en los proyectos por cambios constantes en el equipo y la mirada molesta de las otras áreas de la empresa hacia quienes pertenecían al Sector IT.
Como consecuencia, los estudiantes de tecnología de la información de segundo o tercer año ganaban igual o más que el contador de la empresa con más de una década de servicio, lo cual generaba rivalidades y malestar en todos los otros estamentos corporativos. Mucho tuvieron que justificar durante ese período los gerentes de sistemas y los responsables de RRHH las diferencias existentes, que muchas veces eran infructuosas; a pesar de escaparse claramente de la tabla salarial de la compañía, no lograban retener por más de un semestre a su equipo.
Desde la óptica de los profesionales, esto llevó a un rápido ascenso salarial, pero como contrapartida a CV poco confiables con promedios de pertenencia cercanos a un semestre por empresa. Actualmente, en las etapas de selección ha empezado a pesar negativamente en las decisiones de incorporación, los cambios reiterativos de trabajo pues hablan de un profesional muy poco comprometido, inestable y disponible siempre al mejor postor, sin considerar el daño que genera en el proyecto en el cual participa.
Lo positivo de 2009 es que se acabó la fantasía y se empezó a volver a la realidad…
Vuelven los viejos tiempos, sin pretender que los profesionales se queden a jubilarse en un sitio, donde la pertenencia, el compromiso y la palabra empeñada al aceptar un trabajo retoman su antiguo valor y hacen que el que decide privilegie estos indicadores de madurez profesional, que son tan buscados a la hora de seleccionar a los mejores para integrar un equipo de trabajo.
Por Marcelo Arrabal, Gerente Comercial de Asyst Sudamérica