Recientemente, Chile anunció que el país ya tiene disponibles los drones agrícolas más potentes del mercado.
La información, valiosa de por sí, nos sitúa en la realidad de los nuevos recursos tecnológicos con los que cuenta el sector privado.
Según un reporte del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) un trabajador agrícola hace 120 años no hubiese podido imaginar que los drones serían un recurso cada vez más frecuente para la producción de alimentos.
En general, no hubiese podido ni siquiera visualizar el mundo actual. Las razones son muchas pero, sin duda, a nuestro agricultor decimonónico le hubiese sido imposible pensar que hoy solo una de cada 20 personas en el mundo se dedica a la actividad agrícola.
Después de todo, a finales del siglo XX tanto las máquinas de vapor como las fábricas estaban en sus comienzos y los productores agrícolas eran la mayoría de la población. Sin importar el país en que se encontrara.
Ahora, cuando la población mundial ya superó los 8.200 millones de personas, las manos y las tierras para producir alimentos resultan insuficientes. Y esto, también, es válido para todos los países.
Según los datos divulgados por el WEF con base a la FAO y fuentes privadas, hasta 2.023:
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43% de la población mundial se encuentra en las zonas rurales del planeta
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Esto equipos vale a 3.420 millones de personas)
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Pero, en regiones emergentes como Asia Meridional y África subsahariana, esta proporción supera el 57%
Para producir mejor
Los datos del FEM señalan que, para el año 2.023, el sudeste asiático fue el mayor productor de hortalizas en el mundo, mientras que el sector agrícola proporcionaba empleo, en promedio, casi el 60% de la población africana.
La mala noticia es que, a pesar de contar con abundante capital humano y recursos naturales, los niveles de generación de valor económico de estas regiones son bajos.
¿Por qué? Esencialmente, debido a infraestructura deficiente y acceso limitado a servicios básicos.
Tales problemas, sin embargo, no son exclusivos de esas regiones. De hecho, América Latina, en general, comparte estos desafíos estructurales.
No es casual que exista pobreza estructural en las zonas rurales de las dos más grandes economías de la región: Brasil y México.
El Foro Económico Mundial destaca los siguientes desafíos estructurales en todas las zonas rurales del mundo:
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Infraestructura física y digital inadecuada.
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Acceso restringido a salud, educación y servicios financieros.
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Migración urbana acelerada que presiona ciudades y genera asentamientos informales.
La conectividad que mejora la penetración de la telesalud, el eLeaning y las fintechs están demostrando ser importantes para resolver el punto 2.
No obstante, lograr estos avances sólo es posible si se avanza en el punto 1 pero, también, si se mejora la productividad (y el ROI) gracias al uso de tecnología.
De hecho, los especialistas del WEF proponen la diversificación de ingresos de las zonas rurales, apalancada en elementos tecnológicos.
Poner al campo fuera de la caja
Además de potenciar los medios de vida tradicionales con ayuda de la mejora de la infraestructura, se requiere sumar otras tecnologías.
Por ejemplo, los campesinos de América Latina agradecerían, en los tiempos que corren de más alertas meteorológicas en tiempo real para elevar rendimientos.
Esto podría llevar a una agricultura de precisión que podría, incluso, influir en la elección de algunos cultivos rotativos.
Una muestra de esta búsqueda es que, recientemente, República Dominicana se convirtió en el primer país de América Latina en incorporarse al programa de la FAO para el Monitoreo de los Sistemas Agroalimentarios.
Mientras que los modelos de negocios y tecnológicos “del campo a la mesa” permiten a los agricultores abastecer centros urbanos, ampliando la comercialización de sus productos.
Para los analistas del WEF, liberar el potencial de la prosperidad rural, las tecnologías digitales deben aplicarse de forma contextual, inclusiva y escalonada.
De esta manera, la tecnología facilita tanto la creación de demanda como la mejora de la oferta productiva en áreas rurales son:
- Turismo rural y agroindustria para agregar valor local.
- Emprendimientos locales de logística hiperlocal y procesamiento de productos.
- Uso de drones agrícolas y otras tecnologías físicas complementarias.
En este punto, cabe destacar que los drones no solo tienen usos para la producción de alimentos sino que, también son de utilidad en el turismo local, así como contribuye con los emprendimientos locales de logística.
Drones en Chile
Como vimos en la infografía presentada arriba, Chile no es de los grandes exportadores agrícolas de América Latina.
Eso no significa que el país no exporte productos agrícolas y agroindustriales. De hecho, la producción vitivinícola es una de las industrias banderas de la nación.
De hecho, el sector agrícola representa el 4,7% del Producto Interno Bruto (PIB), la llegada de tecnologías de alto impacto marca un punto de inflexión.
En ese contexto, la filial del grupo japonés Sumitomo Corporation, Summit Agro Chile anunció la incorporación al mercado nacional del DJI Agras T100, la línea de drones agrícolas más avanzada de la marca, junto a su versión T70P.
Con dimensiones de 3×3 metros y un estanque de 100 litros, el T100 supera ampliamente a los modelos anteriores, que alcanzaban los 40 litros. Esta capacidad permite cubrir hasta 12 hectáreas por hora, frente a las 8–10 hectáreas de generaciones previas, lo que se traduce en mayor productividad, menor consumo de insumos y optimización de recursos.
“Los drones son fundamentales, ya que mejoran todos los parámetros existentes: productivos, de capacidad, de funcionalidades y de seguridad”, explicó el presidente de Summit Agro Chile, Martín Merino.
Mas importante es el hecho de que, a diferencia de los drones tradicionales que solo aplicaban líquidos o sólidos, los nuevos modelos pueden transportar hasta 80 kilos de carga.
La llegada del DJI Agras T100 a Chile marca un hito en la evolución tecnológica del agro, al ofrecer una herramienta robusta, eficiente y multifuncional.
Su capacidad de carga, autonomía operativa, seguridad avanzada y facilidad de uso lo convierten en un aliado estratégico para agricultores de todos los tamaños.
Su llegada a Chile puede ser un ensayo para nuevos usos en toda América Latina.