América Latina ha sido, desde hace un tiempo, una región bajo ataque. Pero el hacktivismo que gana titulares en la actualidad, nos lleva a otro nivel.
Los gobiernos de América Latina deberían mirar lo que esta ocurriendo en Venezuela como una ciberadvertencia, más allá de la política.
Por desgracia, que los gobiernos de América Latina sean víctimas de ataques cibernéticos no es novedad.
Esto no sólo es grave sino que ha ocurrido en países distintos y distantes, como Costa Rica y Argentina, dejando en claro que las debilidades en seguridad cibernética son un estándar en la región.
Justo es decir que no siempre es culpa de los gobiernos.
Una muestra reciente de ataques catastróficos de ransomware la encontramos en el caso de la proveedora de telecomunicaciones con servicios en la nube con alcance en toda Latinoamérica, IFX Networks.
En este caso y para hacer más grave el impacto de su ataque, en su infraestructura estaban alojadas importantes empresas y organismos de Gobierno. Sólo en Colombia:
- 65 entidades oficiales tuvieron sus sitios fuera de linea
- Y más de 50 millones de datos del Ministerio de Salud de ese país, estarían en las manos de ciberdelincuentes
Hacktivismo con H de hacker
Tampoco la región ha estado libre del hacktivismo: desde hechos de corrupción hasta delitos ambientales han generado protestas tecnológicas, quizás inspirados en figuras como Julián Assange o Edward Snowden.
Los Panamá Papers son otra muestra de cómo las filtraciones cibernéticas “buenas” tienen seguidores en nuestros país.
Pero fue durante las protestas masivas en Chile en 2019 cuando la región tomó conciencia de los alcances de esta práctica.
Lo prolongado de las protesta y la polarización, dentro y fuera del país, revistieron los actos de hacktivismo a debate.
Los incidentes, sin embargo, impulsaron qué hoy Chile sea pionero en América Latina en legislaciones sobre ciberseguridad.
No parece, por ahora, que vaya a ser el caso de Venezuela. La nación caribeña es el ejemplo más reciente del hacktivismo en la región. Uno particularmente masivo.
Al respecto, Check Point Research (CPR) ha tomado nota de la batalla digital que se libra en la nación más caribeña de suramérica, luego de los resultados electorales del pasado 28 de julio.
Para algunos, sin embargo, es la “falta de resultados” lo que ha puesto al país en el ojo de los ciberactivistas.
En medio del conflicto
La unidad de investigación de amenazas de Check Point Software ha liberado un informe sobre la virulencia de la situación.
El informe destaca cómo el colectivo Anonymous, a través de la campaña #OpVenezuela, ha declarado una guerra cibernética a la presidencia del actual mandatario, Nicolás Maduro.
Si bien, inicialmente, el Consejo Nacional Electoral (CNE) afirmó que los resultados electorales no pudieron ser publicados por un hackeo generado desde Macedonia del Norte, las autoridades de ese país desmintieron está posibilidad.
En cambio, las cuentas de la agrupación han reivindicado ataques DDoS contra más de 45 sitios web gubernamentales.
Esto, sin duda, ha intensificado la tensión en medio de las acusaciones de fraude electoral y las protestas generalizadas
Anonymous Venezuela ha informado de su primer ataque contra servidores vinculados al Gobierno, supuestamente ligado a una aplicación que se cree que el gobierno venezolano utiliza como spyware.
Lo cierto es que Anonymous ha insistido en sus acusaciones:
- Tanto de violaciones de la privacidad y derechos humanos de los ciudadanos venezolanos
- Como de hechos de corrupción de altos funcionarios gubernamentales
¿Alerta general?
Pero es el supuesto fraude electoral el que ha impulsado sus acciones qué, según CPR, incluyen:
- Ataques DDoS contra bancos nacionales
- Así como empresas vinculadas a Maduro y
- Y páginas web del gob.ve (Gobierno de Venezuela, incluidas las webs de la presidencia y de ministerios de Venezuela)
Lo más importante que señala el informe es que toda rara situación es una gran advertencia regional.
Para CPR, los ciberataques dirigidos contra Venezuela durante las elecciones de 2024 ponen de relieve una tendencia mundial en la que el hacktivismo desempeña un papel fundamental en los acontecimientos políticos de regímenes autoritarios.
Esto ya se ha visto en otras regiones como buena parte de Asia, sin contar las iniciativas luego de la invasión de Rusia a Ucrania.
Estas acciones no son exclusivas de Venezuela, sino que reflejan un patrón más amplio en el que el hacktivismo participa en levantamientos y protestas hasta conflictos a gran escala.
Más importante es que, al desvelarse vulnerabilidades en un país, también las empresas pueden ser víctimas de ataques.
Después de todo, la información de las organizaciones suelen ser parte de los controles gubernamentales.
En este punto, el hacktivismo deja de parecer desinteresado.
La región, en general, debería reforzar sus defensas. Podría necesitarlas.