El más reciente informe del BID sobre el mercado laboral revela oportunidades para corregir déficits en el impacto de la tecnología sobre el trabajo.
Por: Elibeth Eduardo | @ely_e
El avance del teletrabajo y su evolución hacia el Smart Work, la expansión de la llamada Economía Gig (de los pequeños encargos) y de la “Plataformización” de las relaciones laborales constituyen las manifestaciones más resaltantes tanto del futuro como del actual mercado laboral de América Latina.
Lamentablemente, todo ello ocurre sin que la legislación de las distintas naciones haya avanzado lo suficiente para aprovechar las potencialidades de la Transformación Digital (TD), de manera tal de no agravar las deficiencias que la Cuarta Revolución Industrial (IVRI) hereda de sus predecesoras.
Estas son algunas de las conclusiones que se extraen de la lectura del quinto informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) El Futuro del Trabajo en América Latina y el Caribe el cual cita sin referir un estudio según el cual, para el 2025, las plataformas digitales aumentarán los ingresos de unos 540 millones de personas en el mundo, las cuales ganarán US$ 2,7 billones más para ese año.
Pero esas buenas noticias no evitan los problemas que la tecnología ya está ocasionando y que hacen que el informe se dedique a responder una pregunta crucial: ¿Cómo garantizar los derechos de los trabajadores en la era digital?
Las trazas como oportunidad
No es casual el enfoque: las leyes laborales en los países de la ALAC no han logrado que la economía y las empresas “tradicionales” garanticen el bienestar ni de todos los trabajadores ni – mucho menos – de la población en edad de retiro.
En este sentido, los autores del informe Verónica Alaimo, Maria Noel Chaves y Nicolás Soles (respectivamente especialista senior, consultora externa y consultor de la División de Mercados Laborales del BID) destacan que la trazabilidad de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) – en general – y las posibilidades de seguimiento que permiten herramientas como el blockchain constituyen una oportunidad para las naciones de la región en lo que a mejoras en los sistemas de seguridad social se refiere.
“El tema no es menor. Ser trabajador asalariado formal implica contar con un régimen de protección laboral y de seguridad social amplio”, señalan los autores.
El avance en LatAm de los impactos de la adopción de las más disruptivas expresiones tecnológicas, así como la expansión de algunas de sus consecuencias tales como:
- la hiperconexión,
- el teletrabajo
- o de modelos de negocios como el de Uber,
constituyen un desafío aún mayor, vistas las brechas sociales y de protección que la actual legislación permite.
El que un trabajador “desaparezca” de la seguridad social ya no debería ser posible pues el machine learning y el blockchain han avanzado lo suficiente para que un sistema sea tan flexible como adaptable pero preciso y confiable al mismo tiempo.
Renovación de viejos problemas
Las preguntas para los legisladores (que se hacen y responden los autores) son qué consideramos trabajo, cómo medimos la jornada laboral y qué clase de instituciones/organizaciones reconocen nuestros sistemas legales y de seguimiento institucional.
Probablemente todo lo que encontramos en este último punto junto a lo que se viene denominando “trabajo atípico” nos dé las dimensiones reales de quiénes están excluidos laboral y socialmente en nuestras sociedades.
El informe proporciona un mapa de qué y cómo han venido avanzando los países de América Latina y el Caribe plurilingüe, a raíz del cambio tecnológico.
En este sentido, los autores destacan que los países con mejores desarrollos legales sobre expresiones de la IVRI son Colombia, Perú, Chile y México, respectivamente por orden de avances.
Sin embargo, estos progresos no sólo son muy recientes – y, en los dos últimos casos, apenas menciones – sino que, además, están casi exclusivamente referidos al Teletrabajo, el cual es un fenómeno con más de 20 años en el mercado laboral de América Latina.
Es claro que hacer esperar tanto a los trabajadores “de plataforma” o no avanzar en temas conjuntos sobre contratación y ejecución de tareas sin fronteras, más que un estancamiento supone un retroceso en cuanto al sistema regional de protección.
Cabe destacar, sin embargo, que Alaimo, Chaves y Soles consideran que los retos más importantes del mercado laboral no provienen solamente del elemento tecnológico:
“Una parte importante de los cambios viene de los actores tradicionales (empresas y trabajadores), que enfrentan nuevas formas de relacionarse, con horarios flexibles y fuera de las oficinas del empleador”.
Un nuevo mercado
Frente a estas demandas, la tecnología ya no es un problema. Por el contrario, contribuye a satisfacer las necesidades de lograr el éxito:
- profesional y laboral;
- en la vida personal y;
- en los compromisos familiares, de cara tanto a la crianza como al envejecimiento de la población que ya está ocurriendo en América Latina.
Todo ello ahora es alcanzable debido a los avances de la tecnología, pero los autores reconocen que igual se requiere y necesitan regulaciones que fomenten (y remuneren justamente) prácticas de trabajo flexibles y de apoyo que satisfagan las demandas de la población millennials/centenialls, la cual llegó para quedarse en el mundo laboral.
Así que la transformación no sólo es inevitable, sino que ya está aquí, pese a los esfuerzos de los Estados por ignorar sus alcances.
Es un hecho que la Cuarta Revolución Industrial (IVRI) está modificando la forma en que los trabajadores y empleadores se encuentran y relacionan en los mercados.
Ya internet lo había logrado desde sus inicios permitiendo que las empresas tuviesen recursos de procesamiento de información para mejorar sustancialmente la dinámica de los procesos de reclutamiento y selección. También algunos paradigmas como el de la proximidad pues las tecnologías de información comenzaron a permitir que candidatos distantes pudiesen formar parte de cualquier proceso.
Ahora la Inteligencia Artificial amplía esta dinámica de procesamiento en formas que están por verse pero que, inclusive, ya generan preguntas alarmantes como Hasta qué punto un algoritmo debe determinar:
- la selección,
- el ascenso
- y/o despido de una persona…
… sin que ello tenga revisión humana.
Reescribiendo paradigmas
El documento es rico en tipificaciones que intentan mapear el cada vez más complejo mercado laboral que ya no sólo se divide en profesional y no calificado, temporal y fijo o formal e informal.
No. El cambio que ha venido evolucionando nos habla de trabajadores tradicionales y atípicos, con el detalle de que esta última categoría también viene en “tradicional” y “de plataforma”.
Podríamos, entonces, decir que los trabajadores “atípicos” se dividen entre 1.0 (anclados en mundo “físico”) y 2.0 (propios del mundo digital).
La verdad es mucho más compleja porque los chóferes de Uber son asignados por un algoritmo, pero recorren calles que no están en un vídeo juego. Sus clientes no son avatares.
Estas dinámicas online-offline o viceversa nos permiten tener, en ambas categorías:
- Empleos temporales
- Trabajo a Tiempo Parcial o A Pedido (Gig Economía)
- Relaciones de Trabajo Multipartita
- E, inclusive, Empleos y Trabajadores Encubiertos y/o Por Cuenta Propia Económicamente Dependientes.
Todas estas categorías demuestran el “enriquecimiento” del trabajo atípico, el cual se complejiza y se hace aún más desigual con las opciones local / global que permiten las plataformas y tecnologías de comunicación e internet.
Esta compleja diversidad aumenta el reto y las urgencias pues los peligros latentes, como las tecnologías y empresas, cada día se vuelven más exponenciales.
Así lo advierten los autores en el último capítulo de la publicación:
“Si no actuamos, los trabajadores de plataforma se convertirán en los ‘nuevos informales’ de la región”.
Con todas sus desventajas actuales y quizás algunas nuevas que aún no hemos podido imaginar.