Más de alguna vez uno se pregunta por qué China es más competitiva que Chile o España. O por qué Noruega, USA y Japón son más competitivos en gestión del capital humano y tecnológico que Chile o México.
Como seres humanos diversos y milenarios somos agentes globales y globalizantes de la competitividad. Ésta y su forma subjetiva de medirla, poco le debiera importar que China tiene 1.300 millones de habitantes y Chile, 22; que el costo de mano de obra sea un 57% más bajo que el de Chile; o que Venezuela tenga más reservas de petróleo que Chile y, a su vez, que Chile tenga en su condición natural más cobre que Venezuela.
En tal sentido, también podemos decir que la competitividad no tiene que ver con las riquezas en cuanto a recursos naturales que contienen las naciones, sino y más bien, en las técnicas de las naciones para crear riquezas inexistentes para beneficio propio y, varias veces, por pura necesidad.
En diferentes acepciones técnicas encontradas, asistimos a ser competitivos cuando transformamos los estilos de vidas de las sociedades. Desde ese punto de vista, Chile es competitivo, porque ha transformado en varios aspectos la economía, la cultura y los estilos sociales no sólo de sí mismo. Incluso, a través de sus influencias en la región con los paradigmas industriales de las AFP´s, el desarrollo inmobiliario, financiero y minero, por mencionar algunos sectores.
Chile, durante los últimos 35 años ha sido capaz de aportar al mundo modelos de conocimiento que han mejorado la productividad y generado más riquezas a las naciones de Latinoamérica. Asistimos, como país en desarrollo, casi simultáneamente al amplificador de la globalización de los últimos 42 años con el surgimiento de empresas globales y el próspero sistema financiero bursátil.
La mayoría de los países, incluido Chile, tuvieron que generar cambios obligados en sus estructuras (la forma en mantener su política y economía). Este fenómeno, movido por el acelerador tecnológico de la información, ha obligado a los países, ya sean desarrollados o subdesarrollados, a ser más competitivos.
Se puede decir que si se es competitivo, mayor es la posibilidad de crecimiento y de desarrollo económico de un país, pero ese desarrollo económico tiene que venir acompañado necesariamente de un mayor bienestar social. En ese sentido, la globalización de los paradigmas sociales (erradicación de la pobreza, brechas salariales, acceso universal a la educación de calidad, erradicación de la deserción escolar temprana, políticas sanitarias y asistencia universal) ha jugado un papel fundamental en los países, por hacer reflexionar y poner en el centro de la competitividad la cuestión social, el capital humano, el hombre. En ese aspecto, creo que Chile también ha jugado un rol importante de avanzada en la región. Lo avalan los rankings.
Chile es competitivo y seguirlo siendo implica mucha responsabilidad. Lograr por sobre todo un buen entendimiento y cooperación permanente con sus países vecinos en la región. Por otra parte, la tecnología es sólo el medio que puede generar o crear competitividad si el hombre la sabe gestionar en sus diferentes formas para ayudar al desarrollo de sí mismo, de su entrono social y empresarial y, en definitiva, de su país.
En resumen, Chile competitivo, estratégicamente hablando, se puede centrar en su desarrollo humano, sus implicancias futuras, el contener de sus valores y principios culturales, sus tradiciones y su proyección responsable en su área de relación directa, o sea, América Latina y el Caribe
Por Eduardo Loo, CEO Quantum Software América Latina