El concepto de inteligencia en las tarjetas de crédito, actualmente, se basa en una necesidad imperante de seguridad en el ámbito transaccional. Cada vez más se realizan mayores inversiones en dichos términos y, por lo mismo, el número de fraudes también ha ido en aumento.
Desde operaciones vía web, tan sencillas como una compra, pago de una cuenta o transferencias a terceros, hasta la clonación de la tarjeta bancaria, sea crédito o débito, son hechos de frecuencia diaria. Está claro que malversar fondos mediante estos métodos es una actividad muy rentable, lo que gatilla que quienes se dedican a estas acciones ilícitas ocupen cada vez más tiempo en saber cómo seguir operando. Sin embargo, la banca, especialmente internacional, comenzó a poner punto final.
Todo indica que los más experimentados en fraudes económicos ligados a transacciones dentro del Cono Sur de la Región son los brasileños. Ellos lideran el ranking. Luego le siguen los mexicanos, argentinos, colombianos y uruguayos, aunque el tema es de relevancia mundial, porque las corporaciones multinacionales tecnológicas especializadas en seguridad invierten mucho tiempo y recursos humanos para desarrollar modernas aplicaciones que detengan el fraude electrónico.
Parece que fue ayer cuando se potenció el advenimiento y explosión de Internet y más cercano aún el estreno de los pagos digitales con el uso de tarjetas de coordenadas y Digipass. Hoy, en cambio, se habla y discute de NFC (Near Field Comunication) para hacer pagos mediante un nuevo dispositivo incorporado en equipos móviles y que funciona por radiofrecuencia.
En ese contexto, marcas internacionales como Visa y MasterCard, que procesan el 98% de las transacciones mundiales, no están ajenas a este fenómeno. De hecho, ambas compañías ya implementaron el estándar europeo EMV (Europay MasterCard Visa). Se trata de un protocolo de interoperabilidad con tarjetas que incluyen microprocesador y moderna tecnología de autentificación en pagos con tarjetas de crédito y débito.
Se trata, también, de un concepto que comienza a sonar fuerte en las instituciones financieras de Chile, ya que las marcas involucradas decidieron no compartir más los gastos generados por fraudes, aplicando esta innovación en Chile como requisito de operación en el mediano plazo.
La tecnología EMV consiste, básicamente, en la incorporación de un chip en las tarjetas bancarias con la capacidad de procesar información e interactuar a través de la red de forma dinámica. Todo, mediante distintas validaciones en las cuales participan el banco, las marcas internacionales y los emisores de certificados electrónicos.
En síntesis, y de modo sencillo, antes de generar una transacción, la tarjeta y las plataformas de comunicación establecidas se comunican para validar el proceso de compra. Es una mecánica muy distinta a la banda magnética que tiene una funcionalidad parecida a los conocidos cassettes: se graba, se borra, se copia de forma análoga y se adquieren en cualquier comercio electrónico cercano. Por decir lo menos, nada seguro.
Los nuevos dispositivos, entonces, aplican seguridad en distintas formas y los más especializados en el tema afirman que en un futuro cercano debieran integrarse todas estas modernizaciones en un solo elemento con forma de tarjeta. En ella, a través de un chip, como el del estándar EMV, se podrán generar compras operadas por las marcas internacionales.
Lo novedoso es que, en este mismo chip, se puede alojar un algoritmo que facilitará transacciones electrónicas, dejando atrás las tarjetas de coordenadas y los conocidos llaveros. Eso, además de llevar, por ejemplo, un completo registro de nuestro comportamiento como conductores de tránsito. Mejor si podemos también abrir la puerta de la casa si las llaves se quedaron adentro.
El cambio está muy cerca.