El mundo se ha visto convulsionado por el avance avasallante y sincronizado por parte de la industria del copyright para establecer de leyes que permitieran fiscalizar los derechos de autor a como de lugar.
SOPA (Stop Online Piracy Act) y PIPA (Protect IP Act) en Estados Unidos, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), el Acuerdo comercial anti-falsificación (ACTA), la Ley Doring (México), la Ley Sinde (España), la Ley Hadopi (Francia), y los miembros del lobby de la industria del copyright como la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA) y la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI) han intentado colocar el tema del copyright, por arriba de las legislaciones nacionales, y actuaron de forma sincronizada pero desesperada, para preservar una realidad que durante el siglo pasado les brindo cuantiosas ganancias, pero que hoy en día ha sido sobrepasada por el cambio y los nuevos escenarios de negocios. Somos una sociedad económica eminentemente Darwiniana, pero a diferencia de cualquier especie animal que evoluciona, intentamos por todos los medios que los más débiles perduren. Curiosamente el rechazo global a este intento de control, unió al mundo tras una causa común, las múltiples divergencias, diferencias políticas, religiosas o sociales se fundieron a nivel integral en forma de un rechazo profundo y uniforme a este intento de cortar la libertad de expresión. Es casi infantil, considerar que debemos otorgar poder de policía a empresas que solo “transportan” información, para que fiscalicen el contenido que se trafica en sus redes y bloqueen aquellos lugares que no ofrecen garantías sobre la propiedad intelectual de los productos que ofrecen. No podemos establecer ningún grado de responsabilidad a las empresas por contenido que ellos no generan. El derecho a la privacidad de mis archivos o los de cualquier usuario, no esta por debajo del derecho a la propiedad intelectual. Quienes defienden las leyes como SOPA o PIPA, pretenden involucrarnos en un juego de la oca global, y transportar nuestros derechos a la casilla 1 de nuestra escala evolutiva, volviendo a un derecho paleolítico, en donde solo la voz del más fuerte es atendida. No es una cuestión, de que el autor pierda sus derechos, es un desafío para que pueda adaptarse y trascender con un nuevo escenario de negocios. Tiempo atrás leía un comentario de un programador que expresaba su enojo por creer que si el realizaba un programa, la no aplicación de estas leyes iba a permitir que cualquiera lucrara con su esfuerzo. Nada más equivocado que eso, el camino de la solución se orienta a aprovechar la escala de la nueva economía del conocimiento para buscar nuevas formas de hacer negocios. Es la evolución y no el castigo a cualquier chispa emprendedora. Un gigante como Microsoft, se adapta y presenta la alternativa de Office On Line, una nueva línea de pensamiento y negocios para brindar una alternativa a un software que junto a Windows, ha batido los mayores records de copias ilegales en todo el planeta. La piratería no se detiene vulnerando los derechos de los usuarios, la piratería se detiene con innovación, un autor regala el primer capítulo de su libro y cobra por los siguientes capítulos, una banda posiciona un hit en YouTube y cobra regalías de un ringtone, y multiplica por 10 las entradas que vende en un recital que brinda en un estadio. Es necesario desestructurar el pensamiento e imaginar nuevas formas, nuevos canales para encontrar nuevas formulas para resolver el tema del copyright. Resolver la ecuación del tema de los derechos de autor en el escenario que plantea la economía del conocimiento se ha vuelto una búsqueda del grial moderno, los grandes lobbys internacionales deben entender que vulnerando el derecho de cada usuario solo conduce al fracaso.
Marcelo Lozano – Director de CIO América Latina