Por Rubén Marcelo Gargallone
Tenemos frente a nosotros tal vez uno de los momentos más efervescentes por los que está atravesando nuestra sociedad. Nos encontramos en medio de un clima de ansiedades constantes, donde cada vez menos gente está dispuesta a que de digan que es lo que debe hacer, pero a la vez menos gente capacitada (o al menos con sus capacidades bien desarrolladas) cuenta con independencia de criterio y decisión para forjar su propio destino. Y como si fuera poco, un marco social, jurídico y económico que no nos ayuda para crear nuestro propio negocio…en este caso de servicios profesionales.
Pero allá vamos. Tenemos ante nosotros nuestra primera idea. La que nos permitirá forjar nuestro nuevo emprendimiento. Una línea de servicios innovadora, generar un nicho de prestación profesional; accionar a través del desarrollo del network, vender servicios profesionales. Es el momento de preguntarnos si realmente lo que estamos pensando lo podremos llevar a la práctica. Para ello, tenemos que desarrollar un Plan de Negocios. Sería algo así como definir las metas de nuestras nuevas actividades, afinar nuestras prestaciones de servicios, proyectar nuestros costos (todo lo que necesitamos para producir), pensar en nuestro potencial mercado (a todos los que querríamos llegar para ofrecerles nuestros servicios). Dentro del mismo plan tenemos que pensar en cómo fondearnos, si con inversión propia o con créditos y si lo haremos solos o con socios de negocios.
Una de las tareas más difíciles al momento de decidir acerca de la “inversión” es poder escindir entre la pasión de tus ideas fuerza que te están llevando a esta instancia de “creación” versus la realidad que te pregunta por todos lados….”cuánto deberá ser el retorno de mi inversión, a que tasa y en cuanto tiempo? Cuanto mayor deberá ser ese retorno versus una tasa de interés bancario para que realmente me seduzca invertir en mi propia empresa en vez de hacerlo dejando mi dinero en el Banco?
Si superaste esta etapa, tenés que empezar a definir concretamente tu visión, misión y valores de compañía (aunque unipersonal sea). Acá tiene que aparecer el soñador pero creíble, el que aporta todo lo que se pueda concretar. La razón y el criterio que tuvieron que prevalecer en el armado del plan de negocios, tienen que dar paso a la imaginación que tienda a lo que idealmente te imaginas de tu nueva empresa en el futuro. “Qué voy a ofrecer, a que mercado me voy a dirigir (clientes y geografía)”. Después, “que quisieras que piensen y digan de tu nueva empresa, que procesos creativos podrías implementar para diferenciarte de tu competencia, como haría de manera inteligente para armonizar entre lo que significa mantener y defender mis valores tanto personales como profesionales y a la vez darle a la nueva empresa el perfil de generadora de riquezas”. Estas serían algunas de las cuestiones que tendríamos que resolver en esta parte de fijación de Misión, Visión y Valores.
Próximo paso, el análisis al detalle de lo que considero mi FODA. Esta parte es como dibujarte tu propio mapa para darte cuenta de donde estás, que sabés y podés hacer, en que sos fuerte. En que NO sos fuerte, quién o qué es una amenaza y podría causarte daño al cruzarse en tu camino y que oportunidades considerás que podrías tomar para aprovechar.
Ahora vienen las estrategias, cuáles serán los pasos detallados de cómo manejaré mi emprendimiento. Seré nicho, seré comodity, me diferenciaré por precio (alto o bajo), como venderé, como fijaré mis precios, a quien bonificaré y porqué. Si todo esto está al menos pensado, es el momento de planear entones en poner manos a la acción: tenemos que poner en práctica todo lo que hemos pensado hasta ahora.
Lo mas lógico en este caso es armar planes de acción y seguimiento por cada frente de tu propia empresa. Un plan de Operaciones (prestaciones de servicios, Consultoría de servicios profesionales), un plan de Marketing y Difusión, un plan de Comercialización, otro de Finanzas y otro de Recursos Humanos.
Entonces, a rodar.
Cuidado que nos falta algo muy importante. En realidad hicimos todo este trabajo para poder medirlo, verdad? Este es el secreto de fijar las pautas, metas y de cuantificar todo lo que planeamos. Para que cuando vayan sucediendo los hechos (cuando tu empresa empiece a prestar servicios) sepas si realmente lo estás haciendo en base a tu plan o no. Sencillamente es la manera más profesional de saber si sos o no rentable como empresa. Cuando los resultados no son buenos, también es importante saber cuando las iniciativas se deben terminar. Cuando un negocio no es rentable, lo mejor que te puede pasar es matar al fantasma de tu propio ego y salir corriendo de él para que con el remanente de energías, inicies otro.
Pensamos que ya entonces solo nos queda reflexionar. Podemos decir de nuestras propias experiencias, que dentro de todo este proceso de creación de nuevos negocios de servicios profesionales, si bien el plan es importante, la ejecución lo es más. En nuestro país son muchas las empresas de servicios profesionales de consultoría que han nacido exactamente al revés. Detrás de la oportunidad cerrada ha venido la gran empresa posteriormente. Es difícil pensar en la mejor receta. Si nos pusiéramos “desde el balcón” a mirar con otra perspectiva nuestro propio emprendimiento, seguramente, nos diríamos que nada mejor que desarrollar todos estos enunciados, con un proyecto cerrado de antemano, verdad?
Seguro que sí. Entonces, no estaríamos lejos del concepto de las ansiedades que citábamos al inicio de la nota. Es difícil poder enunciar la mejor receta, la que te asegure el éxito en el emprendimiento. No existe.
El plan con sus previsiones y estrategias, sirven para que nos basemos en un orden para el potencial crecimiento. La concreción, ejecución y realización del plan en el tiempo (cuanto antes mejor) son los que aseguran los resultados.
Manos a la obra.