Asociado comúnmente a los artistas, se ha establecido que el Síndrome del Impostor, pese a su nombre, es común en las mujeres.
Harry Potter y Hermione Granger comparten varias cosas en común: crecieron entre muggles (personas sin magia), ambos son magos talentosos y, por supuesto, estaban en la misma casa del Colegio.
Pero había algo menos evidente que compartían: el llamado “Síndrome del Impostor”.
Especialmente Hermione pues, como sugiere muy sutilmente J. K. Rowling a lo largo de su zaga, el lado de las niñas podía ser mucho más difícil que el de los niños como lo demuestra que su única amiga mujer era, en realidad, otra marginada pero por su pobreza: la única hija de la casa Weasley, Ginny.
Hoy en día hay hechos alentadores como el que:
- Las mujeres ya han comenzado a tomar mayor participación en los cargos directivos
- Se les haya en diferentes escenarios en todo el mundo
- Los Millenials son mucho menos tradicionales que sus padres y abuelos
- Y ya constituyen el 50% del mercado laboral
Sin embargo y pese a esto, las féminas siguen teniendo el reto de siempre tener “algo que demostrar», para validar su talento.
Pero, ¿por qué?
Mejores para ser tenidas por iguales
Probablemente, en este síndrome influya que el legado del siglo XX fue el trabajo femenino fue de vasa, en parte, debido a las guerras mundiales.
Esto no evitó que el grupo, en conjunto, tuviera que demostrar que “merecía” ocupar los puestos que antes estaban reservados sólo a los hombres. En la mayoría de las industria esto obligó a un mantra: hay que ser mejores para lograr ser tratadas como iguales. Si acaso
La docente del EAE Business School, Maite Moreno, explica que este síndrome se basa en preconcepciones que hacen que las personas se sientan inseguras y con falta de confianza.
“Quienes padecen este síndrome del Impostor dudan de sus habilidades, haciéndolas sentir vulnerables. Siente que son en fraude”, explicó.
Moreno destaca, sin embargo que, además de ser frecuente en artistas, no es exclusivo de este grupo.
Sin embargo, la primera vez que se habló de este síndrome fue en 1978, mostrando que afecta de manera desproporcionada a las mujeres que ocupan cargos directivos.
A estas personas les resulta difícil aceptar sus logros, cuestionándose si merecen elogios por su trabajo.
“No obstante, el síndrome de la impostora no se limita al trabajo, puesto que también sienten la necesidad de aprobación constante y masiva de todo lo que hacen”, explicó la especialista.
Cómo reconocerlo
Para la especialista, a pesar de los avances señalados al principio, el síndrome del Impostor parece estar aravandose pues aa presión social, las circunstancias y sus características innatas de los millennials los hace sentirse poco seguros en el lugar de trabajo.
“Hay una intensa presión que ejercen quienes sufren del síndrome del Impostor sobre si mismos para diferenciarse a través de sus habilidades o llevar una vida socialmente perfecta, argumentó Moreno.
Añade que a lo anterior se suma la masificación del uso de las redes sociales.
“En estos espacios virtuales no dejan de recordarles los logros de los demás, lo que hace inevitable que se comparen constantemente, convirtiéndose así, en una fuerte directa que ataca al autoestima”, señala la docente de EAE.
Algunos de los síntomas de esta condición son:
- Incapacidad para evaluar de manera realista sus competencias y habilidades
- Atribuir su éxito a factores externos (locus of control externo)
- Miedo a no estar a la altura de las expectativas
- Sabotaje de su propio éxito
- Dudan de sí mismos
- Establecen metas muy desafiantes
- Y – por suouesto – se sienten decepcionadas cuando no las consiguen
Efectos en la productividad
Para la especialista, este síndrome es el resultado de varios factores, incluidos los rasgos de personalidad, tales como el perfeccionismo y los antecedentes familiares.
Una teoría sobre el mismones que se origina en familias que valoran el éxito por encima de todo.
Por otro lado, las mujeres son más propensas debido a las presiones que existen para conciliar la vida laboral con la familiar, sintiéndose que no realizan bien su trabajo o su función de madres en algunos casos.
Moreno afirmó que, si no es atendido a tiempo, este conjunto de creencias y comportamientos puede afectar la productividad laboral y, por tanto, a la organización que emplea a quien padece el síndrome del Impostor o la Impostora, que es más frecuente.
“Puede traer un impacto negativo en sus carreras profesionales, porque contribuye a la ansiedad, al aumento de las dudas y los temores persistentes al fracaso. Por eso, quienes lo sufren, siempre quieren demostrar que son capaces, por eso trabajan en exceso. Cuando los superiores vean este comportamiento deben reevaluarlo”, sugirió Moreno.
La especialista hace notar que, para os psicólogos como ella, el combate se centra en lograr que quienes sufren el Síndrome deben aprender a pensar como no impostores.
“Deben aprender a valorar las críticas constructivas, comprender que en realidad lo que está haciendo la persona que lo sufre es ralentizar a su equipo cuando no pide ayuda. También conviene recordar que cuanto más se practique una habilidad, mejor lo hará”, concluye la docente de EAE Business School.