Celebramos mañana un nuevo Día de Internet. Evaluar el impacto de la tecnología que dividió, de nuevo, la historia requiere mas de 24 horas.
Por Gustavo Guaragna, CEO de Snoop Consulting
El mundo que “todo lo tiene” o en el que todo se puede encontrar, está mucho más delimitado de lo que se piensa en realidad.
Los algoritmos encierran al hombre en una burbuja en la que lo único que permiten ingresar es aquello que ya demostró interés, de manera que lo reafirma y lo potencia, sin poder ver más allá.
Muchas veces vivimos con la idea de que podemos hacer lo que queramos, ver todo lo que ocurre, y obtener todas las respuestas a través de internet.
Sin embargo, el acceso infinito a la información que creemos tener, no es más que una falacia.
Una manera de entenderlo, es pensar en una librería común y corriente: allí sabemos que hay miles de títulos pero los primeros que miramos – y muchas veces los únicos que miramos – son los que están en la mesa de novedades.
Aún cuando salgamos de esas mesas y miremos las disponibles de otras categorías, no estaremos viendo todo, ni siquiera estaremos viendo todo lo que la categoría de esa mesa podría estar mostrando: estaremos viendo lo que el librero eligió poner en las mesas, lo que puso en “display”.
El algoritmo y sus sesgos
Los algoritmos son los que ordenan las mesas de los libros. Aprendieron tanto a partir de las interacciones de los usuarios que van anticipándose y proponiéndonos que veamos el próximo video o la notificación de la exnovia.
De esta manera, el mundo de internet, y sobre todo, las redes sociales nos dan la falsa sensación de que podemos elegir una noticia o un contenido dentro de los infinitos disponibles cuando, en realidad, estamos casi condenados a escoger entre muy pocos que ya fueron curados para maximizar nuestra satisfacción.
Como mago profesional, veo esto como la trampa perfecta del mago. La buena trampa en magia no es la que está oculta, en la que el espectador siente que se perdió de ver algo, sino es la trampa en la que se puede ver a través, la trampa que estuvo todo el tiempo a la vista – como la Carta de Edgar Allan Poe – pero no se nota. Es la falsa ilusión de la libertad de elección.
A esto se le une además, el concepto de sesgo de confirmación. Si ya naturalmente uno tiende a leer las cosas en las que está de acuerdo, con los algoritmos eligiendo qué mostrarnos, esto se refuerza al máximo.
Más allá de los sesgos de Internet
Ahora, por definición, ellos van a mostrarnos sólo lo que nos interesa o aquello en lo que creemos, de modo que seguiremos consumiendo y ratificando nuestra opinión pero, para peor – en cuanto a mirada crítica se refiere – con la falsa sensación de que no es así, de que estamos viéndolo todo porque en internet ´está todo´ “
En este contexto, podemos entender que las permanentes mejoras que presentan las redes sociales, tienen un claro y explícito objetivo comercial: la publicidad.
Lo que vende esa gran agencia de publicidad que es Google (Facebook, e Instagram, etc.), es la capacidad de llevar la publicidad del producto que se quiere ofrecer al público que lo quiere comprar. Con ese fin perfeccionan sus algoritmos.
Se trata de entender, en definitiva, que a esta Biblioteca Babel no le faltan bibliotecarios.