Sin distinciones, redes criminales y terroristas en todo el mundo forjan alianzas para promover ciberataques contra gobiernos, empresas e individuos, con pérdidas milmillonarias como una de tantas consecuencias, claro reto para la seguridad internacional que si no es atendido con urgencia puede desencadenar un “11 de septiembre cibernético”.
Tan compleja es la situación, que el Gobierno de Estados Unidos acaba de crear una nueva agencia, el “Centro de Integración de Inteligencia contra la Amenaza Cibernética (CTIIC, por su sigla en inglés), que batallará para tratar de evitar ataques a nivel local y mundial, según informaciones que publica el periodista Frank López Ballesteros.
De esta manera la Casa Blanca traslada su modelo de lucha contra el terrorismo a la ciberseguridad donde la CTIIC integrará y analizará la información recopilada por otras agencias de EEUU con el fin de detectar amenazas cibernéticas, como el hackeo contra Sony o el robo de datos personales al banco JP Morgan en 2014.
El terrorismo no es solo una amenaza de los países industrializados: las redes criminales están vulnerando la privacidad y secreto de individuos y estados al grado de que en 2013 un 38 % de los usuarios móviles del mundo experimentaron la ciberdelincuencia a través de sus teléfonos, según el Internet Security Threat Report 2014.
En enero pasado un eufamado “Cibercalifato”, vinculado a yihadistas del Estado Islámico (EI), lograron acceder a cuentas de redes sociales del Comando Central de EEUU, responsable de las operaciones de ese país en Medio Oriente, un hecho que evidencia el alcance de esta organización para atacar.
“Incluso si el califato cibernético no tiene relación directa con el EI (que parece ser), el hecho de que alguien quiera ayudar a este grupo terrorista con su ofensiva digital es aleccionador”, advertía Meg King, asesora estratégica y de seguridad nacional del Centro Wilson, con sede en Washington.
El problema, en efecto, son las alianzas tejidas por criminales al servicio de terroristas como los del EI aupando una “cyberjihad” y “digitaljihad”, pero también inquieta la connivencia de los estados para perpetrar ataques o robar información, el ciberespionaje.
La Casa Blanca se refiere constantemente a Rusia, China, Irán y Corea del Norte entre los países con “capacidad” para ataques en la red.
Pero Washington y Pekín se acusan mutuamente de promover ataques informáticos contra sus intereses y el ciberespionaje (como el denunciado por Edward Snowden), al grado de que el presidente chino, Xi Jinping, visitará en septiembre EEUU para abordar el asunto.
El exjefe de la compañía antivirus McAfee David DeWalt denunciaba en Financial Times que en 2014 “se empezaron a ver signos de que las organizaciones terroristas están tratando de obtener acceso en armamento cibernético”, una situación grave tomando en cuenta, por ejemplo, el alto nivel de digitalización militar de países de la OTAN, Rusia y China, fuertes rivales en este sector.
La piratería y la ciberdelincuencia causa pérdidas que McAfee calcula hasta en $300 mil millones, pero el mayor botín son montones de datos que afectan la propiedad intelectual, la pérdida de información estratégica y la seguridad nacional, que los criminales canjearán por dinero o drogas.
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