La pregunta de los costos asociados a la computación de la nube siegue siendo controversial. Usted puede aceptar en el título de este blog, un homenaje al lema de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992: “es la economía, estúpido”. El lema se refirió a la decisión de la campaña Clinton en enfocar implacablemente la atención sobre cómo marchaba la economía de Estados Unidos en 1992, soslayando otros asuntos y siempre, siempre dando vueltas de regreso a las perspectivas económicas para Estados Unidos. Fui recordado por éste por algunas discusiones recientes en Twitter que analizaban la importancia de la economía en términos de la adopción de la nube.
Esta pregunta de economía en la nube surge especialmente en el contexto de las discusiones interminables acerca de las nubes privadas vs. nubes públicas (la privada usualmente es considerada como lo referente a un medio ambiente de la nube dentro del propio centro de datos de una compañía). Algunas personas aseveran que las nubes privadas obviamente deben costar menos, porque uno posee el equipo y no está pagando lo que sea, en efecto, una retribución por alquiler. La analogía obvia es comprar un coche vs. tomar en alquiler un carro. Si uno usa un vehículo todos los días, claramente cuesta menos poseerlo en vez de pagarle una retribución diariamente de alquiler a, digamos, Hertz. A veces este argumento es fortalecido al notar que los proveedores públicos de la nube también son empresas lucrativas, aún así están presentes tramos adicionales de costos de usuario final, representando el margen de beneficio de la oferta pública.
Los proponentes de las ventajas de costos de la nube pública señalan las economías de escala de las que los proveedores grandes conocen. En un evento “AWS en la empresa”, Werner Vogels, CTO de Amazon, resaltó que Amazon compra “decenas de racks de servidores a la vez” y recibe descuentos grandes por esto. También, AWS compra el equipo diseñado a gusto del comprador para evitar lo que no necesita, como puertos USB. Además, los proveedores públicos implementan automatización de operaciones a un grado extremo y por consiguiente descartan el factor laboral del costo en sus nubes.
Hay aún una tercer propuesta acerca de la economía en la nube que mezcla la nube pública y privada (a veces llamado el híbrido) que se casan con las ventajas financieras que solo poseen las nubes privadas y la disponibilidad del recurso de las nubes altamente públicas elásticas; esta puede resumirse como “poseer la base y alquilar en la hora pico”.
Lo que es interesante acerca de la discusión en Twitter alrededor de este tema está en lo que las personas señalan en las encuestas acerca del interés de la nube privada, que dicen que el motivo real detrás del movimiento hacia la computación en la nube es la agilidad, por ejemplo, la habilidad para obtener recursos de cómputo muy rápido y de acuerdo con las exigencias de la demanda. Los ahorros en el costo de la computación en la nube fueron considerados secundarios por encima de la disponibilidad rápida del recurso.
Tengo mis dudas acerca de esta orientación hacia la agilidad en vez de ahorros en el costo.
Con seguridad, la agilidad es mágica, en particular cuando se compara con la adquisición interminable y el abastecimiento del ciclo común en muchas organizaciones. Una vez que haya visto que los recursos de cómputo pueden estar disponibles en cuestión de los minutos, la antigua forma parece antediluviana. Recibimos una suerte de esta sed por la agilidad en la reciente encuesta del Instituto Ponemon que indica que un 73 % de las personas respondió que la computación en la nube permite a las unidades de negocios descansar de la IT; además, las unidades comerciales controlan el acceso a los recursos de IT en un 37 % de las compañías de las personas que contestaron (¡el título del artículo, a propósito, es “La computación en la nube hace del acceso a la gobernabilidad de IT más desordenado”, que da una percepción de las conclusiones de la encuesta!). Esas decisiones para evitar la IT nacen de la necesidad de responder a los cambios establecidos para variar las condiciones de los negocios o las oportunidades: “Si no lo puedo hacer de la forma oficial, la haré por mi cuenta”. He oído varias anécdotas en las cuales las unidades de negocios han levantado una aplicación en Amazon y, cuando llaman la tarea, han sobrepasado la demanda para las aplicaciones teniendo que retroceder hasta un punto en que los resultados financieros están asociados con la aplicación. Los beneficios son la mejor política.
Y es claro que la agilidad de proveedores de nubes públicas han provisto un ejemplo de cómo puede hacerse, así que los grupos internos de IT reconocen la necesidad de responsabilizarse por el nuevo estándar de comparación por la disponibilidad del recurso. No es defendible afirmar que todo debería tomar meses cuando alguien más lo puede hacer en minutos. La pregunta entonces llega a ser esa “¿Por qué no puede hacerlo en minutos?”. Con la amenaza creciente de las unidades de negocios eligiendo ir a cualquier otro sitio por recursos, implementar una nube privada que provee los beneficios disponibles de proveedores públicos se vuelve primordial. Por supuesto, una nube privada también evita los supuestos defectos de nubes públicas en términos de la seguridad, SLAs, etcétera.
La pregunta que tengo es si los triunfos de agilidad cuestan permanentemente. En otras palabras, una vez que el estándar de comparación de agilidad se cumple, ¿será el costo de la nube interna versus proveedores públicos inmaterial?, o se convertirá en el siguiente estándar de comparación. La pregunta es algo reminiscente en cuanto a medir comparativamente, donde una situación común es que una vez que un cuello de botella se elimina, otro de desempeño se manifiesta y se convierte en el problema.
Tengo que creer que la eficacia de costos se convertirá en un nuevo estándar de comparación después de que el requisito de agilidad se cumpla. Una vez que la habilidad responda rápidamente para cambiar las condiciones de negocio como sea posible, la optimización a lo largo del “cómo me responde el costo” será un problema.
Póngalo de otro modo, si el asunto de agilidad surgiera porque los proveedores úblicos de la nube publica demostraron que es posible una mucho mejor receptividad, porque no tendría que costar lo que se convirtió un problema, por ejemplo, si el proveedor del abecedario público puede entregar recurso de cómputo por x centavos, ¿qué recursos de cómputo le puede proporcionar, pero por hora? Es increíble que la presión competitiva terminará en “responde tan rápidamente como lo hacen los recursos de Amazon”. Si sé que mi unidad de negocios funciona, medida en mi margen global, esperaría ver cómo reducir mis costos y definitivamente usaría comparaciones externas para demandar costos similares de mi proveedor cautivo.
Estamos en el centro de una transición en cómo se despacha la computación en la nube. Nos movemos de una propuesta personalizada, manualmente intensiva y cara a una estandarizada, automatizada y barata. Es irreal pensar que la expectación puesta en proveedores de servicios internos de computación cambiará a lo largo de una sola dimensión, esa de velocidad de respuesta, dejando todas las otras que hay a las expectativas no afectadas. El cambio no surte efecto como eso. Alguien que vio la entrada del blog de James Burke acerca de los periódicos, especialmente referente a su discusión acerca del paso de la imprenta análoga a la digital. Su punto es que, en retrospectiva, la transición de la imprenta se ve inevitable e incluso medianamente estructurada. Nadie podía creer que las personas en aquel momento sintieron que el estampado se convertiría en la base de cómo se transmite el conocimiento. En aquel entonces, sin embargo, pareció caótico y confuso. Y hoy, los periódicos están en el centro de un ciclón sobre la base de su existencia. La imprenta cara deja paso a los electrones baratos.
Estamos en medio de esa clase de transición acerca del futuro sobre cómo se verá la computación en la nube. Lo único que puedo predecir seguramente es que, 10 o 20 años en el futuro, volveremos la mirada atrás a las formas en que las cosas están típicamente hechas hoy, a la manera en que miramos una vieja película en blanco y negro en la cual alguien quiere hacer una llamada de larga distancia, levanta el auricular y habla con un telefonista.
Bernard Golden es gerente de operaciones de firma consultora HyperStratus, lo cual se especializa en la virtualización, computación en nube y asuntos relacionados. También es el autor de “Virtualización para tontos,” el libro sobre virtualización con más ventas hasta la fecha.
-Por Bernard Golden
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