América Latina necesita una revolución en ciberresiliencia para garantizar la continuidad del negocio.
Los números no mienten, y en este caso, tampoco tranquilizan. América Latina lidera el ranking mundial de crecimiento de ciberincidentes con una tasa anual del 25%, según datos del Banco Mundial. Para ponerlo en perspectiva: mientras el resto del mundo lucha contra una amenaza en ascenso, nuestra región se ha convertido en el laboratorio perfecto para los cibercriminales. Akamai planta la necesidad de construir ciberresiliencia como imperativo para garantizar la continuidad del negocio.
El costo de la vulnerabilidad
La ecuación es brutal pero simple: las empresas latinoamericanas sufren 2.6 ciberataques por semana. No por mes, por semana. Esta frecuencia convierte a la región en la más vulnerable del planeta, superando incluso a Europa en términos de exposición al riesgo cibernético.
Los sectores más golpeados son predecibles: finanzas y banca digital, gobiernos y servicios públicos, salud y telecomunicaciones. En otras palabras, la columna vertebral de nuestras economías digitales está siendo sistemáticamente atacada por grupos criminales conectados con redes internacionales.
“La clave está en construir ciberresiliencia: la capacidad de resistir, responder y recuperarse rápidamente de un ataque”, explica Oswaldo Palacios, especialista en Ciberseguridad para Latinoamérica de Akamai Technologies.
Sus palabras cobran peso cuando consideramos que los costos globales del cibercrimen superarán los 10.5 billones de dólares anuales en 2025, una cifra que supera el PIB de varias de las mayores economías mundiales.
El dividendo económico de la seguridad
Aquí viene la parte interesante: el Banco Mundial ha cuantificado el impacto económico de la ciberseguridad efectiva. Si un país en desarrollo logra reducir los incidentes cibernéticos graves de aproximadamente 50 a 7, podría aumentar su PIB per cápita en alrededor del 1.5%. No es una mejora marginal; es un salto cuántico en competitividad económica.
Las empresas más resilientes generan rendimientos para los accionistas aproximadamente 50% más altos que sus pares menos preparados. En un continente donde cada punto porcentual de crecimiento puede significar la diferencia entre el progreso y el estancamiento, estos números deberían mantener despiertos a más de un CEO.
El espejo europeo
Europa no comenzó con ventajas naturales en ciberseguridad, pero sí tomó decisiones estratégicas que hoy marcan la diferencia. La Ley de Resiliencia Operativa Digital (DORA) protege el sector financiero y de seguros; la Directiva NIS2 establece estándares comunes de seguridad; y la Ley de Ciberresiliencia (CRA) impone requisitos obligatorios durante todo el ciclo de vida de los productos digitales.
El resultado es un ecosistema regulatorio entrelazado que cierra brechas antes de que se conviertan en autopistas para los atacantes. En contraste, “en Latinoamérica, la regulación de la ciberseguridad todavía está fragmentada y varía mucho de un país a otro”, observa Palacios de Akamai. Brasil, México, Colombia y Chile han comenzado a avanzar, pero las brechas en políticas públicas, inversión y capacidades técnicas siguen siendo significativas.
Simplicidad como estrategia
Akamai destaca la paradoja de la seguridad moderna es que a menudo la complejidad genera vulnerabilidad. Cuando una organización depende de decenas de proveedores de seguridad, los costos se disparan y las posibilidades de error se multiplican. La estrategia más efectiva, según los expertos, es la simplicidad operativa combinada con higiene digital básica.
La microsegmentación emerge como una técnica particularmente relevante para el contexto latinoamericano. A diferencia de los firewalls estáticos, permite implementar políticas de seguridad dinámicas que se adaptan al crecimiento del negocio, algo crucial en un entorno tan cambiante como el nuestro.
El imperativo estratégico
El Foro Económico Mundial, en colaboración con el Global Cybersecurity Capacity Centre de Oxford, ofrece un marco conceptual claro: reconocer que la ciberseguridad absoluta es inviable, anticiparse a las interrupciones, integrar la resiliencia en los procesos empresariales, proteger la información confidencial y aprender de los incidentes pasados.
No se trata de paranoia empresarial, sino de supervivencia estratégica. Los atacantes ya aprovechan la inteligencia artificial, las vulnerabilidades humanas y las lagunas normativas. En este contexto, la ciberresiliencia no es un lujo tecnológico, sino una competencia empresarial fundamental.
La encrucijada decisiva
Para el especialista de Akamai, América Latina está en una encrucijada. Puede continuar siendo el patio de recreo preferido de los cibercriminales, o puede transformar esta crisis en una oportunidad para construir infraestructuras digitales más robustas y competitivas.
Como señala Palacios: “Proteger lo que más importa, simplificar los procesos de seguridad y aprender de los marcos regulatorios más avanzados puede marcar la diferencia entre una crisis grave y un incidente menor.”
La pregunta ya no es si su organización será atacada, sino qué tan rápido podrá recuperarse cuando ocurra. En una región donde 2.6 ataques por semana son la nueva normalidad, la ciberresiliencia se ha convertido en el diferenciador competitivo más importante del siglo XXI.
La ventana de oportunidad está abierta, pero no permanecerá así indefinidamente. Las organizaciones que actúen ahora tendrán ventaja competitiva; las que esperen, simplemente serán las próximas víctimas en las estadísticas del Banco Mundial.