La mayoría de las personas posponen decisiones en algunas condiciones y generalmente se presume que se debe a mala planificación. Para los que posponen con frecuencia, la palabra apropiada es procrastinación.
Por: Laszlo Beke, presidente de Bekesantos.
La explicación típica es pensar que se es flojo, desmotivado, distraído o una combinación de estos. Sin embargo, investigaciones recientes en la psicología de la procrastinación sugieren algo distinto. El problema parece residir no en la fuerza de voluntad, sino que está asociado a las emociones.
La respuesta emocional de los procrastinadores frente a una situación es escapar. La actitud es “yo no quiero las emociones negativas que experimentaré durante la tarea, por ello evito ejecutar la tarea”. Para entenderlo mejor es importante conocer lo que ocurre en el cerebro, y ello puede ayudar a romper el ciclo de dilación y comenzar a tomar acciones.
El cerebro del procrastinador
Investigadores en Alemania compararon los cerebros de procrastinadores y de no- procrastinadores usando resonancia magnética funcional. Se detectó que los cerebros de los procrastinadores tienen amígdalas (las del cerebro) más grandes. Estas son parte del sistema límbico y ese es el lugar donde se determina si se pelea o se huye. Cuando una tarea presenta aburrimiento, frustración o miedo, el sistema límbico entra en funcionamiento y se sobrepone a la corteza prefrontal, el centro de la función ejecutiva que incluye control, planificación y organización.
Otro elemento importante es que el futuro es un extraño para el cerebro y lo visualiza como otra persona. De manera que cuando se maltrata a ese extraño, la actitud es que “yo no quiero hacer algo, que lo haga el otro” y eso lleva directamente a la procrastinación. Algunas personas con rasgos de neurotismo, como la preocupación, la depresión y la timidez son más propensas que otros a procrastinar. Este grupo tiene amígdalas hiperactivas y dominantes.
Qué es (y qué no es) procrastinación
La procrastinación es un retardo voluntario de una acción prevista, a pesar de estar consciente que dicha dilación puede causarle daño a la persona. Es por definición un acto irracional, ya que está en la dirección contraria a aquello que hace feliz a la persona.
- Una manera de ilustrarlo es la siguiente:
- Nos sentamos a realizar una tarea,
- Proyectamos hacia el futuro como esa tarea nos haría sentir,
- La predicción es que el resultado no sería positivo (nos haría sentir mal, nos estresaría, etc.),
- La estrategia de abordaje emocional asume primacía y
- Se evita realizar la tarea.
La técnica emocional de evasión que el cerebro – frecuentemente en forma subconsciente – usa es similar a la que subyace a muchos tipos de ansiedad. La personas con ansiedad habitualmente hacen todo lo posible por evitar la amenaza externa percibida y cortan el acceso a sentimientos buenos y malos, lo cual también a menudo lleva a la depresión. Al posponer acciones, se evitan tareas bajo la premisa que estas no harán sentir bien a la persona
Varios estudios han mostrado los siguientes resultados:
- Relación entre procrastinación y emociones negativas como frustración y resentimiento.
- La procrastinación se encuentra “asociada en forma significativa con pensamientos negativos automáticos, así como pensamientos automáticos que reflejan la necesidad de ser perfectos”.
- Correlaciones positivas entre la procrastinación y el rumiar y correlaciones negativas entre procrastinación y tanto de atención plena (mindfulness) como de autocompasión.
Cómo superar la procrastinación
La fuerza de voluntad es un concepto controvertido, algunos investigadores piensan que realmente no existe, otros que si existe pero bajo condiciones de oferta finita y un tercer grupo escogen un camino intermedio. Por ello, la recomendación es cultivar otra habilidad mental: la atención plena (mindfulness).
Las habilidades desarrolladas en la meditación de la atención plena (concentración, ecuanimidad y la sensibilidad exenta de juicios) se alinean perfectamente con los estudios del rol vital de la regulación emocional en la reducción de la procrastinación y en la mejora de la productividad. También se han sugerido ejercicios de respiración y de relajación muscular.
Una vez que se encuentre el camino de controlar las emociones, es importante pasar la página. La procrastinación, sea por temor o aburrimiento, se resuelve con acciones. Lo recomendado es impulsarse disgregando un objetivo o tarea mayor en pasos individuales. Las investigaciones realizadas indican que cuando se hace progreso, aun cuando sea en pequeña medida hacia un objetivo, ello alimenta la sensación de bienestar. La atención plena más el accionar es la combinación que puede curar la procrastinación.
En otro estudio reciente, usando también resonancia magnética, se detectó actividad reducida en la amígdala (el área que controla la respuesta al estrés) en un grupo entrenado en la meditación de atención plena. Esto indica que la meditación de atención plena ayuda a mantener la calma y a no juzgar ni condenar en el enfrentamiento al estrés. Esto le permite a la persona enfrentar las tareas a realizar y disminuir el estrés como parte de un circuito de retroalimentación positiva.
Tratar la procrastinación como un problema de regulación emocional y de estado ánimo podría ser la mejor manera de superarlo y lograr ejecutar las acciones deseadas. Además podría mejorar la calidad de vida. La próxima vez que se enfrenta un proyecto que causa enorme estrés, la primera respuesta será tomar un respiro profundo.