¿Es posible la mente extendida y pensar fuera de lo que llamamos “cerebro”? Al parecer no sólo es posible sino que lo hacemos todos los días.
Por: Laszlo Beke
Presidente de la Junta Directiva de Beke Santos
Los pensamientos inteligentes, informados y originales de los cuales somos capaces los seres humanos no pueden provenir exclusivamente de nuestro cerebro.
Ese el planteamiento de la mundialmente reconocida escritora científica Annie Murphy Paul, plasmado en su libro “The Extended Mind: The Power of Thinking Outside the Brain”.
Ella agrega elementos nuevos a ideas que han sido plateadas y estudiadas durante varias décadas por respetados expertos.
Se trata de entender a la mente más allá del cerebro, involucra al cuerpo y también el espacio físico y las interacciones sociales.
Pensar no solo ocurre en el cerebro
Los filósofos Andy Clark y David Chalmers, hace más de 20 años, escribieron un artículo en una revista que abría con la pregunta: ¿Dónde termina la mente y comienza el resto del mundo?
Se ha pensado que la mente termina en la cabeza, que está contenida dentro del cerebro. Estos filósofos plantearon que esta suposición, a pesar de lo aceptada que era, estaba errada.
Ellos dijeron que la mente toma elementos que están fuera de la cabeza y los atrae e incluye en el proceso del pensamiento.
Estas “extensiones” mentales nos permiten pensar en formas que el cerebro no pudiera hacerlo solo. Ellos denominaron a este fenómeno como “la mente o el cerebro extendido”.
Ejemplos de este tipo de objetos incluyen cálculos escritos, un diario, una laptop, en general, todos aquellos objetos que almacenan información. “La mente extendida” considera que ésta abarca cada nivel de cognición, incluyendo el nivel físico.
La extensión de la mente con el cuerpo
En Occidente estamos acostumbrados a pensar en la mente y el cuerpo como entes separados.
Pero una creciente rama denominada “cognición encarnada” está demostrando que pensar, en realidad, es una experiencia de cuerpo completo y esto es cierto desde diversas perspectivas:
Las sensaciones internas, nuestros presentimientos o corazonadas guían a nuestras percepciones y nuestra reacciones.
Cuándo se aprende a sintonizar con estas señales internas se les puede utilizar para decisiones más acertadas e incluso para conectar mejor con otras personas.
Los movimientos de nuestros cuerpos pueden afectar la forma en que pensamos.
Tradicionalmente, se ha presumido que el pensamiento serio y formal implica estar sentado.
Sin embargo, investigaciones diversas han demostrado que el movimiento – caminar, ejercitar, actuar – mejora los procesos mentales, en formas que no ocurren cuando se está sentado.
Una forma específica de movimiento – los gestos realizados con la mano – extienden el pensamiento al capturar y expresar conceptos que todavía no se pueden convertir en palabras.
Las investigaciones demuestran que las ideas más avanzadas e innovadoras frecuentemente aparecen primero en nuestros movimientos con las manos. Estas son, posteriormente, utilizadas para informar y para construir una explicación verbal de aquello que se está pensando.
Extender la mente con espacio físico
En nuestra cultura es común comparar el cerebro a una computadora y se trata de una analogía profundamente errónea.
Los cerebros humanos son exquisitamente sensibles al contexto y uno de los espacios más fértiles y productivos para “pensar acompañado” es la naturaleza.
Esto se debe a que, a través de los eones de nuestra evolución, nuestros cerebros se han afinado al tipo de información sensorial existente en la naturaleza.
Haber dedicado tiempo a un ambiente duro, multifacético y extremadamente diseñado como el actual drena nuestros recursos mentales, mientras que tiempo empleado en la naturaleza los recarga.
También es factible reordenar los espacios interiores que ocupamos en formas que extiendan nuestro pensamiento.
Esto es especialmente importante cuando sentimos una especie de control y propiedad sobre el espacio físico en el cual hacemos nuestro aprendizaje o trabajo.
Puede ser crucial incorporar en dichos espacios signos de nuestra identidad: objetos o símbolos de quién se es, de lo que se hace en dicho espacio.
También es relevante incorporar signos de la pertenencia, objetos o símbolos que representen la membresía en un grupo con significación para la persona.
Extender nuestras mentes a las interacciones sociales con otras personas
Con frecuencia, el pensamiento real o serio lo realizamos en solitario, doblados sobre un libro un cuaderno de notas.
Sin embargo, los humanos piensan mejor cuando interactúan con otros.
Actividades sociales como debates, narraciones o enseñanzas activan procesos mentales que permanecen aletargados cuando estamos solos.
De hecho, cuando se estructuran nuestras interacciones sociales en la forma correcta, podemos desarrollar una mente grupal: una entidad que es más inteligente que cada uno de sus componentes.
El cerebro “desnudo”, el no extendido, no es tan poderoso
Los investigadores han aprendido mucho de los límites del cerebro en las últimas dos décadas.
Dichos límites no son un tema de diferencias individuales en inteligencia; estos son comunes a todos nuestros cerebros.
Son, más bien, el producto del estatus del cerebro como un órgano biológico, uno que evolucionó para hacer cosas muy diferentes a las que esperamos del mismo en nuestro mundo moderno, complejo y centrado-en-el-conocimiento.
Aprovechar los recursos de la mente extendida le permite al cerebro “superarse”, haciendo más de lo que lograría por sí solo.
Incluso, podríamos pensar que los expertos son aquellos que han dominado el arte de pensar fuera del cerebro.
La investigaciones apuntan a que aquellos que obtienen los mejores resultados no lo hacen todo dentro de su cabeza; alcanzan los resultados superiores integrando recursos internos y externos.
Cuando cultivamos – intencionalmente – la capacidad de pensar fuera del cerebro, se abre un mundo posibilidades pues obtenemos acceso a reservas de:
- Intuición
- Memoria
- Atención
- Y motivación…
… que no están disponibles al cerebro desnudo.
Para conformar los pensamientos inteligentes, informados y originales que somos capaces de generar, no podemos contar exclusivamente con el cerebro.
Es necesario pensar fuera del cerebro. Usar la mente extendida.