Tras analizar los datos que plantea el Índice Global de Innovación el cuestionamiento es inevitable para entender por qué se presenta esta situación.
Por Fernando Benavides
Gerente General Ennovate
Hace poco se conocieron los resultados del Índice Global de Innovación, un relevante estudio de impacto mundial que mide cómo los países se rankean de acuerdo al desarrollo de innovación que alcanzan.
América Latina en su conjunto, lamentablemente, presenta un retroceso respecto a otros continentes. En este contexto, y tras analizar los datos duros así como estudiar los objetivos que planteaba este Índice Global de Innovación, el cuestionamiento es inevitable para entender por qué se presenta esta situación.
También es fundamental comprender qué condiciones no se dieron y no se dan en esta región para que la innovación florezca con la fuerza que se da en otras áreas del planeta.
Los primeros cuestionamientos vienen desde distintas fuentes académicas y políticas, destacando la reflexión de Andrés Oppenheimer, quien, como ya presentó en su libro “Crear o Morir”, explica las deficiencias que Latinoamérica presenta para replicar modelos exitosos de innovación.
Los factores culturales parecieran ser el punto débil que no permiten la aceleración real de la innovación y que las políticas públicas bien encaminadas no prenden en las sociedades de este lado del globo. Ello, producto del poco sentido del emprendimiento que hay en las sociedades locales.
Existe una cierta comodidad para cambiar el statu quo, esperando siempre una fuerte intervención estatal para garantizar el bienestar y la garantía del trabajo.
El cambio necesario
Pese a lo anterior, si se revisa el mencionado Índice Global de Innovación, Chile sigue siendo líder. No obstante, se trata de un liderazgo que no es referente puesto que la posición en esta medición es bastante lejana de los sitiales de honor.
Esto dice mucho del poco impacto que las políticas de innovación han tenido en la población, pero también representa una crítica fuerte a cómo la sociedad se hace cargo de administrar los recursos y las posibilidades que el Estado genera para emprender.
Con frecuencia se mencionan los procesos de transferencia tecnológica y se destacan a las universidades como pieza clave del ecosistema.
En el caso local y en particular, la clase profesional debe tomar el timón y liderar en función de las posibilidades que existen de forma más agresiva.
Una opción es imitar experiencias como las vividas en Asia, Finlandia y USA. ¿Cómo hacerlo? Tomando las mejores prácticas para generar un motor innovador desde Chile que pueda transformarse en un impulso definitivo para toda la región.