A medida que nos acercamos a fin de año, comenzamos a escuchar cada vez más respuestas de este tipo: “Lo vemos después, es diciembre. Estoy a full” aludiendo la llegada de las fiestas como la excusa más verosímil para posponer cualquier tipo de compromiso. Dentro de las organizaciones suele respirarse un clima caótico en el cual pareciera que se termina el mundo; es así como el tiempo parece pasar más rápido, los asuntos pendientes acumularse y todos se muestran más apurados y nerviosos.
Con la llegada de diciembre vienen los obligados balances, el repaso de los objetivos y la apertura de un nuevo ciclo, con su correspondiente definición de metas y desafíos. Todo al mismo tiempo. A nivel psicológico, las personas parecieran mentalizarse que en el último mes del año deberían hacer todo lo que se plantearon en el primero, algo que no necesariamente tiene que ser así.
En esta época de ansiedad generalizada, lo ideal es mantener la calma. Si bien suena trillado o difícil de conseguir, es un buen consejo para quienes se desempeñan en organizaciones de todo tipo y tamaño. Aquellos ejecutivos con gente a cargo enfrentan una doble responsabilidad: dominar sus propias ansiedades y las del resto. Lo más probable es que si el líder de un equipo pierde el control de la situación también lo hagan sus seguidores, por eso es fundamental diferenciar lo importante de lo urgente. No todo es “para ayer”, ni tiene que resolverse de forma inmediata.
Como punto a favor, este momento del año es útil para reforzar los vínculos que se construyeron tiempo atrás, hacer devoluciones y plantear lo que se espera de cada colaborador. Por ello se recomienda a los jefes tomarse el tiempo necesario para conversar de forma personalizada con cada uno de los miembros de su equipo, a fin de dar feedback sobre el desempeño obtenido. Este tipo de práctica es importante de cara al futuro, ya que con el nuevo año tiene lugar el planteo de nuevas metas.
Patricia Vuga, Division Manager de Wall Chase Partners