– Por Juan Dabusti, CEO de Atos Origin Argentina –
“El cambio es la única cosa inmutable”, dijo el filósofo alemán Arthur Schopenhauer. En cualquier ámbito de la vida, el ser humano enfrenta desafíos que ponen a prueba su capacidad de adaptación a nuevos entornos. Volcada al contexto empresarial, podemos definir a la gestión del cambio como la integración de metodologías y tecnologías que ayudan a maximizar el uso del capital intelectual de una organización y mejorar los procesos de transición y cambio dentro de la compañía.
Siguiendo esta línea, una empresa debe responder a fenómenos externos (situación económica, política, cultural y social de los países en los que opera) y afrontar su realidad interna con sus correspondientes objetivos (crecimiento, contrataciones, despidos, fusiones, etc.). Con los avances tecnológicos y los nuevos escenarios de mercado, las compañías ven la necesidad de mejorar el foco de los negocios o de redireccionar drásticamente los mercados a los que desean llegar. Lo que ocurre es que, muchas veces, la compañía identifica una buena estrategia comercial, y sin embargo no se toma en cuenta la importancia de evaluar el impacto, para permitir alinear la organización de la nueva dinámica (gente, procesos y tecnología).
El primer objetivo será superar la resistencia a lo nuevo, para lograr que la transición se logre de manera ordenada y eficiente.
En la medida que las circunstancias lo permitan, es necesario establecer un período de preparación para el cambio. Esta iniciativa está a cargo de los directivos de la empresa, quienes deben lograr que la gestión sea un acercamiento planificado y estructurado, teniendo en cuenta que el cambio organizacional afecta e involucra a los recursos humanos. De esta manera se evita que el proceso sea una instancia de caos e incertidumbre que tome por sorpresa a los trabajadores. En otros países, la figura del CTO (Chief Transformation Officer), algo así como el Director de Gestión del Cambio Organizacional, ya es una realidad. En Argentina comienza a haber conciencia de la necesidad de este tipo de directivos para garantizar el éxito de estos proyectos.
La gestión de los nuevos conocimientos, tanto internos como externos, debe estar alineada a los objetivos estratégicos y operacionales del negocio, evitando la duplicación de esfuerzos. A su vez, deben aprovecharse las experiencias de los trabajadores, fomentando la generación de conocimiento útil por parte de los equipos de trabajo, ayudando a mejorar la toma de decisiones.
Las nuevas tendencias de gestión de capital intelectual buscan integrar los conocimientos con los expertos dentro de las empresas, que son los que generan el push y pull de los conocimientos a compartir. La participación de foros donde los gestores de conocimientos comparten sus experiencias y las estructuran en medios de réplica permite generar valor y adoptar las mejores prácticas.
Las empresas más valoradas por los mercados financieros no son aquellas que tiene más activos físicos e inversiones en bienes durables, sino las que tienen capital intelectual y conocimientos que les permiten diseñar ventajas competitivas e innovar. La capitalización bursátil de empresa de conocimientos es marcadamente superior a aquella que posee activos físicos y plantas industriales a lo largo del planeta. Este gap entre valor de mercado y activos viene dado por el capital intelectual.
La flexibilidad de la compañía y sus integrantes es un factor clave a la hora de asimilar los nuevos escenarios surgidos a raíz del cambio. A lo largo de todo el proceso, la comunicación es un aspecto fundamental, ya que representa un lazo de unión que permite responder a las nuevas necesidades y es un elemento de información y motivación para el equipo humano involucrado. Una adecuada política de comunicación de la gestión del cambio permite una visibilidad más clara de los resultados alcanzados y un compromiso más fuerte de todos los trabajadores.
Hay quienes temen al cambio. Hay quienes se paralizan ante el miedo de innovar. Las empresas deben entender que el capital intelectual es el primer motor que impulsa la revolución del cambio, la única cosa inmutable.