Un esperable revuelo ha causado en la comunidad usuaria de Internet el anuncio del gobierno estadounidense respecto a la polémica ley SOPA (Stop Online Piracy Act) que en la práctica se traducirá en una razia contra la piratería y las penas del infierno para quien lo desarrolle, tal como le paso al (chivo expiatorio) fundador de Megaupload, Kim Schmitz.
Las razones hablan de pérdidas anuales de miles de millones de dólares y perjuicio a la industria y los creadores de obras artísticas. El principal propulsor de la iniciativa, el representante tejano del partido republicano Lamar Smith habla de cierre de sitios, persecución de infractores, encarcelamiento, penalización del streaming de video y una larga lista de medidas que hacen temer por una ola de medidas que atentan contra la libertad de opinión, ahora en el ámbito web.
El germen de esta ley y de la ley PIPA (Protect IP Act) reside finalmente en cómo las empresas buscan reducir sus márgenes de pérdida en una industria del entretenimiento que dista de estar en quiebra. Se aducen miles de millones en pérdidas, pero no se contempla que el modelo, en artes como la música, asegura la ganancia de la productora en desmedro del músico, quien se lleva un mínimo porcentaje de la torta.
Las leyes también acusan una falta de visión y entendimiento sobre las formas que rigen el intercambio de información en nuestros tiempos y a futuro, desconocen también los principios del Creative Commons y otras iniciativas que bypasean a la industria.
Son precisamente los creadores legítimos de contenidos, a quienes se supone que la SOPA y PIPA beneficiaría, quienes se muestran en contra de ellas, dado que sostienen que desincentivaría el emprendimiento en Internet, así como la creación de contenidos liberados, los que naturalmente la industria quiere tomar para sí y, en último término, cobrar por ellos.
La discusión está abierta y lo seguirá estando por mucho tiempo. Lo bueno es que en caso de aprobarse, sólo rige en territorio estadounidense, por lo que comenzaría la migración de servidores hacia otras zonas del mundo, lo que quizás hasta sirva para potenciar otros polos tecnológicos. Todo está por verse.
Por Javier Villagrán, Editor de Contenidos y Redes Sociales de Fusiona