Como epítome del trabajo atípico, el BID recomienda que la “plataformización” del trabajo emergente se aborde desde los vínculos entre las partes.
Por: Elibeth Eduardo | @ely_e
Quienes hace cinco años decían que una de las consecuencias de la transformación digital es que “a cada mercado le llega su Uber” no tenían idea de lo acertada que resultaba tal observación.
Quizás pensaron que tenían más tiempo y que sus mercados sería de los últimos. Se equivocaron: en el momento en que las grandes empresas tecnológicas inventaron la frase “Whatever as a service” nadie estuvo a salvo de la plataformización. Y cuando “Whatever” se convirtió en “Plataforma” la sentencia se convirtió en profecía cumplida.
Y fue entonces cuando los Estados, transportistas, caleteros, courriers, universidades, sindicatos y otras agrupaciones gremiales y/o sectores de servicio cayeron en cuenta de que – contra su creencia – la frase los incluía.
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Así, aunque un informe citado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) pronostica que 540 millones de personas en el mundo aumentarán sus ingresos en US$ 2,7 billones para el año 2025 gracias a las “empleos de plataforma”, esto parece estar ocurriendo casi de espaldas a las universidades y académicos que anticiparon y hasta amenazaron que el futuro de la economía sería de la llamada “Sociedad del Conocimiento”.
Tuvieron razón. El detalle es que la misma parece poder existir y prosperar sin que los “productores de conocimiento” sean parte fundamental de ella. Contra todo pronóstico.
El efecto GM
Uno de los hallazgos del más reciente informe El Futuro del Trabajo en América Latina y el Caribe del BID apunta a que la región está experimentando estupor frente a procesos que, aunque advertidos, han resultado inesperados.
Es lo que hemos denominado como el “Efecto GM”.
¿Por qué? Porque, aunque Wiliam “Billy” Durant y Charles Stewart Mott, fueron lo suficientemente visionarios como para anticipar que una tecnología desplazaría todo lo demás y lo transformaría en obsoleto, eso no los preparó para competir con ventaja en el “mercado emergente” cuyo nacimiento lograron anticipar.
El caso de General Motors es paradigmático: sus fundadores eran exitosos empresarios del mundo de los coches tirados por caballos a los cuales el automóvil transformó en reliquias. Pese a unas importantes ganancias que les permitían considerarse hombres ricos e influyentes, tuvieron la visión de saber que sus empresas iban (más temprano que tarde). camino a la extinción.
Esto los llevó a crear el primer gran emporio automovilístico que, sin embargo, desde el punto de vista financiero estuvo por lustros muy por detrás del líder estadounidense de la época: Ford.
Plataformización sin aviso
Hoy en día son corporaciones (Kodak, Sony, BlackBerry, Hollywood), académicos, gerentes y empresarios los que están descubriendo que anticipar a la “Sociedad del Conocimiento” o la “Cuarta Revolución Industrial” no los prepara para algunas de sus expresiones cotidianas como lo son las PLATAFORMAS, en general y lo que Verónica Alaimo, Maria Noel Chaves y Nicolás Soles – respectivamente especialista senior, consultora externa y consultor de la División de Mercados Laborales del BID y autores del ya mencionado estudio – han denominado “Plataformización” de las relaciones laborales.
Es decir: el surgimiento de compañías que facilitan las conexiones directas entre los clientes que necesitan un servicio y los trabajadores dispuestos a proporcionarlo.
Este proceso es denominado por Alaimo, Chaves y Soles como el “trabajo habilitado por la tecnología” y va mucho más allá del “trabajo mediado por la tecnología” que ya conocíamos como “Teletrabajo”.
Los autores del BID han generado dos categorías que explican cómo las tecnologías están cambiando las relaciones laborales:
- Tecnologías que permiten automatizar tareas hasta ahora realizadas por personas. Aquí contamos la automatización vía robots o IA.
- Aquellas tecnologías de intermediación (plataformas, generalmente) que aumentan las conexiones entre la oferta con la demanda de cualquier producto o servicio y que tienden a dar paso a lo que comienza a conocerse como TaaS (Trabajo como un Servicio). Mercado Libre, Rappi o Nekso, son ejemplos claros.
El modelo Uber, ¿el enemigo?
Es en este punto cuando hay que preguntarse, ¿si otras tecnologías sustituyen la mano de obra humana, por qué tanto escándalo por las plataformas? Porque mientras las otras impactan sobre la ocupación, las segundas son las que han cambiado, están y van a seguir cambiando el lugar de trabajo y las relaciones que ocurren en él. Son los que están modificando la cultura corporativa pero también el tejido de interacciones del fenómeno de organización social que denominados “trabajo”.
Si bien su existencia es un avance en la reducción de la brecha digital y permite el avance transversal de la TD, lo cierto es que sus impactos no pudieron ser anticipados y tienen reinventándose a gobiernos y gremios.
“Las plataformas digitales y los vínculos laborales que crean en su entorno (son) sin duda, una de las mayores disrupciones que se han vivido en el mundo del trabajo de las últimas décadas”, señala el informe del BID.
De hecho, aquellas plataformas como Cabify o Nekso – por mencionar sólo dos en el mismo ramo que Uber – que enlazan con las “industrias tradicionales” y les permiten acelerar su transformación digital no son percibidas como amenazas ni generan las protestas con los que los mercados latinos (incluyendo Francia) han recibido a la startup estadounidense.
¿Gatopardismo?
La tecnología de plataformas ha enriquecido lo que denominábamos el “trabajo atípico”, ampliando las tecnologías ya existentes a versiones “tradicionales” y “de plataforma”.
Recordemos que el trabajo atípico como concepto nació en los 70s, cuando el teletrabajo comenzó a modificar sustancialmente las posibilidades del trabajo fuera de las empresas.
Las categorías que hoy enriquecen el trabajo de plataforma son por
- Calificación
- Ubicación Geográfica y
- Tiempos de entrega…
… distinguiéndose, además, entre los profesionales calificados y/o especializados (Cuello Blanco) con los de baja o ninguna formación (Cuello Azul).
La legislación que, tanto en el mundo como en la región, tardó 30 años en dar espacio al teletrabajo, está tratando de aplicar categorías conocidas a los nuevos procesos, según destacan los autores del informe.
“Los trabajadores profesionales tienden a ser evaluados como autónomos mientras que repartidores (Rappi), chóferes (Uber) y otras tareas de baja calificación permite percibirlos como asalariados”.
¿Es esto suficiente? La respuesta es NO, tomando en cuenta los retos que suponen los algoritmos en cuanto a las “responsabilidades” con los asalariados y la triangulación que las plataformas generan y que hace confuso establecer quién contrata, evalúa y supervisa.
Además, la complejidad añadida al mundo del trabajo atípico puede profundizar las brechas de desigualdad en nuestros países en lugar de cerrarlas.
Sólo este tema merece ser tratado y revisado con una profundidad que, de momento, pocos sectores y menos estados están viendo.