Muchos son los objetivos de la regulación en los sectores de Telecomunicaciones y Radiodifusión alrededor del mundo. OFCOM, regulador británico de la industria, menciona entre sus objetivos principales el fomento a la competencia, el uso eficiente del espectro, mejorar la calidad de los servicios, promover la inclusión digital, evitar prácticas desleales y favorecer al consumidor. Sin embargo, al hacer un análisis más profundo de estos objetivos, es posible darnos cuenta que prácticamente todos van encaminados hacia la promoción de la competencia, que se materializa con menores precios, mejor calidad, mayor cobertura, mayor inclusión, entre otros.
En este sentido, la realidad es que en un mercado como el de las telecomunicaciones mexicanas, donde existe reiterada concentración para todos sus segmentos, el foco de la regulación debe ser, y mientras las cosas no cambien, deberá seguir siendo la competencia. La falta de competencia tiene importantes impactos para el sano desarrollo de una industria, y peor aún, sobre el bienestar de los consumidores, lo que se traduce en una merma del bienestar social. Para empezar, la elevada concentración se traduce en una limitada penetración de los servicios, situación que contribuye al incremento de la brecha digital y el déficit de conectividad que de por sí vive nuestro país.
Tal es el caso de las telecomunicaciones móviles, que con una penetración de 86,5% entre los mexicanos, queda en franco rezago al compararnos con otros países. Entre los países miembros de la OCDE, la penetración de telecomunicaciones móviles queda 23 puntos porcentuales por arriba de la penetración en México. Y sin ir mucho más lejos, un simple comparativo a nivel Latinoamérica muestra a México 14 puntos porcentuales por debajo del promedio, donde las penetraciones superan ya el 100% de la población.
Además, un estudio publicado en 2012 por la OCDE muestra que esta falta de competencia, que se traduce en parte por cobros excesivos y en parte por suscripciones que no se realizan debido a las ineficiencias del mercado, deriva en una pérdida de $26 mil millones de dólares anuales, equivalentes a $240 dólares per cápita al año, lo que quiere decir que en total cada consumidor perdió un excedente de $1,200 dólares en esos 5 años, que se traduce en casi 8 meses de salario mínimo para cada mexicano.
Y si llevamos este análisis al día de hoy, ya que hasta la fecha no se han corregido las ineficiencias del mercado que impactan el bienestar del consumidor, cada mexicano ha perdido casi 2.000 dólares en estos ocho años, monto que sigue en aumento hasta que no se limite el poder de mercado del operador dominante. En suma, esta pérdida en el bienestar del consumidor asciende a más de 200.000 millones de dólares, impactando negativamente a todos los usuarios de telecomunicaciones en el país.
Para lograr eliminar estas distorsiones en el mercado, es importante destacar la necesidad de controlar el poder de mercado que ostenta el operador dominante, ya sea mediante regulación asimétrica u obligaciones específicas que permitan la implementación de la competencia efectiva en el mercado. Y no está de más reiterar el sentido de urgencia con que debe hacerse, ya que de lo contrario seguiremos perdiendo 26 mil millones de dólares anuales por cada año que la regulación asimétrica se siga posponiendo, es decir, cada mexicano seguirá pagando 240 dólares al año al operador dominante por estas distorsiones de mercado.
Es momento de que la autoridad tome cartas en el asunto para que los mexicanos dejemos de pagar esta pérdida, ya sea determinando la regulación asimétrica, obligaciones específicas o cualquier otro mecanismo de promoción de la competencia en el mercado, que efectivamente limite el poder de mercado del dominante y proteja a los consumidores.