Los programadores no están obligados a certificar sus aplicaciones antes de lanzarlas al mundo, generalmente solo realizan pruebas funcionales y las pruebas quedan a criterio de cada fabricante.
Por Francisco Hernández Gamboa, Gerente de Cuentas Corporativas de Makros.
Las personas cada vez son más dependientes de diversas aplicaciones para mejorar su productividad en el trabajo y aunque las empresas están al tanto del uso de éstas nuevas herramientas de trabajo, también entienden que ponerles un freno va en contra del desarrollo natural de la tecnología y un mundo digitalizado.
Las aplicaciones nacen, crecen, se desarrollan, maduran y se masifican con gran rapidez, en agosto y septiembre de 2017 las descargas de aplicaciones móviles en las tiendas iOS y Google Play llegaron a bordear las 26 mil millones de descargas en todo el mundo, lo que supone un crecimiento del 8% mensual. Sin ir más lejos, una de las aplicaciones más controversiales del último tiempo es uber, que se masifico de tal forma, por usuarios y conductores, que ha generado una discusión en nuestra sociedad y hoy en día es parte de la agenda pública del gobierno.
Los dispositivos móviles como los smartphones han ayudado a incrementar el mercado de las aplicaciones a nivel mundial, donde se espera que para el año 2020 el mercado logre mover más de 100 mil millones de dólares. Claramente, el mercado de las aplicaciones es muy competitivo y dinámico. Uno de los problemas que se visualizada, es que no existe un mínimo standard establecido para el desarrollo de dichas aplicaciones en materia de seguridad. Los programadores no están obligados a certificar sus aplicaciones antes de lanzarlas al mundo, generalmente solo realizan pruebas funcionales y las pruebas quedan a criterio de cada fabricante. Por ejemplo, en la actualidad no existe un ranking de seguridad en aplicaciones. Por lo tanto, es una materia pendiente en el ámbito de la seguridad y queda a criterio de cada empresa el uso de cada aplicación.
Por eso es indispensable poner énfasis en la educación del usuario y de las empresas. Éstas deben conocer qué tipo de aplicaciones están utilizando sus colaboradores y cómo interactúan dichas aplicaciones con la información de la compañía, pues con su incremento existe una pérdida de visibilidad de qué tipo de información comparten los colaboradores con la nube y eso puede poner en riesgo la seguridad de la empresa.
Así, lo principal es contar con una visibilidad del uso de las aplicaciones corporativas y/o no corporativas, para lo cual es necesario generar una línea base en las políticas de seguridad y luego implementar soluciones para gestionar el uso de dichas aplicaciones de forma inteligente, para que el colaborador le dé un buen uso.